jueves, 22 de mayo de 2014

Históricas pretensiones territoriales de Bolivia en desmedro del Perú (I)




Estos textos vienen de periódicos viejos por ello se pone en corchetes lo que está ilegible o en duda.  
Muestran que desde su creación como República en 1826, Bolivia siempre ha tenido el objetivo de quedarse con Arica y Tacna.  Dado que Tacna quedó definitivamente en el regazo de su patria de siempre, el Perú (patria que es también histórica y moralmente de Arica y Tarapacá), su aspiración se centra desde 1929 en Arica.  No es un problema sólo posbélico, se trata de una macropolítica de Estado que tiene que ver con la razón misma de ser del Estado boliviano.






Segunda nota del canciller boliviano Carlos Gutiérrez en respuesta a la del Dr. Melitón Porras, tomada del diario El Tiempo de La Paz, marzo 1920


Exmo. Señor Melitón Porras, Ministro de Relaciones Exteriores del Perú
Lima

Refiriéndome a la apreciable comunicación que en respuesta a la mía, de fecha [1°] del presente mes se ha servido dirigirme V.E., cúmpleme considerar los principales puntos de ella.

Desde luego, a fin de evitar erradas interpretaciones de la tesis boliviana respecto a su aspiración a completar la estructura geográfica de la república mediante la adquisición de un puerto sobre el mar, debo expresar que dicho anhelo se [basa] en los siguientes conceptos:

Mi país, que viene persiguiendo la adquisición del puerto de Arica desde su nacimiento a la vida autónoma, se ha visto, por especiales circunstancias, privado de comunicación directa con el mar, dando por este motivo, mayor intensidad a su anhelo de adquirir dicho puerto como el más capacitado para satisfacer sus necesidades políticas y comerciales.  Además, el ferrocarril de Arica al Alto de La Paz, que ha facilitado el comercio boliviano por esa vía, contribuye a estimular  la aspiración legítima de obtener que ese puerto se incorpore a la soberanía de Bolivia.  Esa aspiración no determinará de parte de Bolivia acto alguno contrario al derecho

Ahora bien, ante la prolongada controversia de dos pueblos hermanos sobre la realización del plebiscito que debe decidir la suerte definitiva de los territorios de Tacna y Arica sin que haya podido llegarse a un acuerdo que determine las bases de aquel acto popular, Bolivia está persuadida de que la incorporación a su soberanía  de dichos territorios, resolverá dentro de la más [pacífica] equidad y justicia el más [grave] problema  político de la américa del Sur, y ha pensado en esta virtud, que debe perseguir aquella  [...a] reanudando gestiones  tan antiguas como tiene de vida como nación [soberana].

Bolivia, basándose principalmente en el Tratado de Ancón celebrado por Chile y el Perú en 1883, cree que Tacna y Arica no son peruanos, y sostiene así mismo que tampoco son chilenos, ya que el plebiscito convenido de mutuo acuerdo, no ha decidido a cuál de las dos naciones [...das] han de corresponder aquellas [provincias].

[dos párrafos ilegibles]

... la adquisición de un puerto que podría ser Arica; y esto antes de recurrir a la Liga de las naciones para ponerle de manifiesto nuestra excepcional situación mediterránea, ya que aquella alta corporación internacional está habilitada para fallar, en caso necesario, el trascendental litigio del Pacífico.

Y es contra esa gestión amistosa que el Perú protesta y se niega a escucharnos.  Y lo que es aún más sensible, desconoce su actitud de hace diez años, cuando la cancillería de Lima se hallaba como ahora, confiada a las reconocidas aptitudes de V.E., que al presente niega haber formulado las declaraciones que conforme a antecedentes indiscutibles le atribuí en mi anterior comunicación alegando V.E. que nada vale la palabra vertida mientras no conste  en un documento protocolizado y menos aún si tal declaración  ha sido formulada en época lejana.

Tomo nota de esta aseveración  y entrego el nuevo concepto que ella encierra a la apreciación del mundo. Entretanto, fuera de la abundante información que en aquel entonces nos enviara el señor Severo Fernández Alonso, a la sazón ministro de Bolivia en el Perú, aparece en los archivos de esta cancillería la declaración transmitida a todas las legaciones  de mi país en el extranjero, de que el Excmo. Señor Solón Polo, ministro de aquella época del Perú en La Paz, manifestó al Excelentísimo señor canciller de  mi patria, doctor Daniel Sánchez Bustamante que, si Chile aceptaba la división de las dos provincias dejando Tacna para el Perú, su gobierno cooperaría  a los propósitos de Bolivia, y veía con agrado que el puerto de Arica entrase bajo el dominio de este país.

Esta declaración tampoco está protocolizada y quiero suponer que V.E. tampoco la da como cierta, pero apelo a su recto criterio, y persuadido estoy de que lo expresado por el señor Polo guardará perfecta conformidad con las instrucciones entonces impartidas  por V.E. mismo a su representante en Bolivia.

Naturalmente, si ahora el Perú no está de acuerdo con esas declaraciones suyas de hace diez años sólo quedará el antecedente que de mi parte entrego también  al juicio de la diplomacia universal.

Al expresar V.E. que no recibió memorándum alguno del señor Alonso, parece querer hacer comprender que dicho documento no fue conocido por V.E.  La verdad es que él fue entregado por el canciller señor Bustamante  al ministro del Perú señor Solón Polo, el cual seguramente lo transmitió  a su cancillería.  He aquí la referencia que dicho representante diplomático hace del documento que recibió de manos de nuestro ministro de relaciones exteriores:

Legación del Perú - N° 8 - La Paz - 4 de mayo de 1910 - Señor ministro: En respuesta a la estimable comunicación de V.E. fecha d ayer, tengo la honra de manifestarle que, por el carácter y naturaleza de la gestión que V.E. se sirvió pedirme para ante mi gobierno,  en nuestra conferencia del lunes [¿23?] de abril último, había considerado como reservado el memorándum que, sobre el mismo asunto, me fue grato  recibir de V.E. dos días después.  Complacido de haberme anticipado así a los deseos de V.E. le reitero señor ministro en esta oportunidad, las seguridades de mi más alta y distinguida consideración - Firma - [...] Solón Polo - al Excmo. señor doctor don Daniel Sánchez Bustamante, ministro de relaciones exteriores  y culto de Bolivia - Ciudad.

En mi anterior comunicación me cupo transcribir algunos fragmentos  del memorándum que el ministro del Perú señor Polo, recibió de manos del canciller de Bolivia, el miércoles [.../ 27?] de abril de 1910, según consta de la anterior nota.  En ese documento ya se hablaba de la reincorporación [!sic.¡] definitiva de todo o parte de Tacna al Alto Perú.

Tal declaración, lejos de haber ocasionado protesta alguna de parte del Perú, fue más bien favorablemente acogida cuando su canciller era el mismo ilustre personaje que ahora ejerce aquel alto cargo.  No obstante, ahora se toma esta actitud como una nota de violencia, a pesar de que al presente existen, como entonces en mi país, los mismos deseos de entablar negociaciones  "que provoquen resultados que concilien los intereses y la dignidad de los tres pueblos, y que afirmen entre ellos la paz, la lealtad y la fraternidad".

Como V.E. se sirve dar por demostrado, comparando ideas extrañas que no tienen valor alguno [con] la afirmación  de esta cancillería referente a la adquiescencia [sic.] escrita de los vecindarios de Tacna y Arica para la gestión tendiente a reincorporar [sic.] esos territorios al Alto Perú, me es imprescindible consignar, siquiera sea en resumen, el texto de las actas suscritas por dichos vecindarios, que V.E. no puede desconocer y que dicen:

"Acta de Tacna de 1826, remitida al Libertador Bolívar - Excmo. Señor: La municipalidad de esta villa, usando de su derecho de representación, expone a V.E. los sentimientos de sus habitantes, dirigidos únicamente a promover la felicidad de este país.  las relaciones de subsistencia y de comercio que hay entre los individuos de la república  Bolívar y los de esta provincia, su situación local y otras circunstancias que nos interesan recíprocamente con ventajas superiores a las que hasta ahora habían logrado, reclaman imperiosamente la separación de esta provincia  de la capital de Lima y su unión a la de Sucre, unión que por ser más perfecta será también indisoluble; de ella nace inmediatamente nuestra felicidad a la que podemos aspirar por medios justos, confiados en la protección de V.E.  Penetrada pues esta villa  de ella se sirva tener en consideración los votos de un pueblo patriota que decididamente quiere pertenecer a la república Bolívar"

Acta de Arica de 1836.  "En la ciudad de Arica, en la provincia de su nombre, a 22 días del mes de marzo de 1836 años, reunido este vecindario en la mayor parte, previa convocatoria del señor Gobernador accidental, Juez de paz de primera nominación don Joaquín Ramírez, bajo la presidencia del mismo, asociado de los señores don Pedro Sánchez, juez de segunda nominación, don Silvestre Leguy, primer notable, don Marcos Bayxe, segundo notable, y don Marcos Sánchez por ausencia del tercero, expuso el primero que por el señor Subprefecto de la provincia, coronel don Justo de arias, se le había dirigido una nota con inclusión de la acta celebrada en día catorce del corriente en la capital de Tacna, la que mandó se leyese por el secretario de la junta [..].  Y rompiéndose la traba que ligó poco antes  a la libertad de emitir el voto general, un clamor unísono y simultáneo pidió se concluyese el acto, sellándolo con un pronunciamiento enérgico y laudable, el mismo que se realizó y está considerado de la forma siguiente:

Primero....
Segundo....
Tercero: "La ciudad de Arica en la parte que le toca se une a  la nación boliviana y forma una porción de su familia"

Aunque V.E. se sirve anunciar que no gusta de hechos históricos ni de doctrinas internacionales y sólo le place escuchar lo que interesa al Perú -sentimientos que encuentro muy respetables- le ruego excusarme la inserción de los datos transcritos , siquiera sea en razón de que , interesando a la verdad histórica, son bastante útiles para la dilucidación  de la soberanía de Tacna y Arica.  Y a fin de que la rememoración  de antecedentes sea completa, le ruego igualmente permitirme  recordar a propósito de la abnegación patriótica de aquellas provincias, merecidamente exaltadas por V.E., que ya en 1811 demostraron esa patriótica abnegación protestando solemnemente bajo la dirección del eminente patriota don Francisco Antonio de Zela, ministro ensayador y balanzario de las reales cajas de Tacna, contra el gobierno de Lima, declarando someterse a sus jefes de las provincias de Charcas y del Río de La Plata para pelear a sus órdenes como en efecto pelearon durante la cruenta guerra de independencia.   Más todavía, antes de cerrar este punto a pesar mío debo pedir otro testimonio a la historia, ya que V.E. se sirve afirmar que sólo la curiosidad de los extraños podrá discernir lo que se entiende por razones derivadas,  de mi parte he expresado claras e invariables determinaciones de la naturaleza, de la geografía y de la historia, en frente según V.E., del hecho indiscutible y no discutido por Bolivia misma de que Tacna y Arica formaron siempre parte de la nacionalidad peruana.  Indiscutible , cual enseña la historia colonial, es el hecho de que Arica conquistado en el siglo XIII por los aymaras, fue organizado en el siglo XVI como puerto alto-peruano, destinado a servir las comunicaciones y los intereses económicos  de la audiencia de Charcas.  por tal motivo sus autoridades halláronse dependientes de aquella Audiencia, y su defensa militar estuvo incumbida  a las tropas de Potosí hasta la creación del Virreynato de Buenos aires.  Con tales antecedentes, el primer congreso boliviano reunido en 1825 declaró que aquel puerto debía reincorporarse a la entidad republicana acabada de nacer, y con ellos mismos primero se firmó el tratado de [1826] no ratificado, en que el Perú reconoce la soberanía de Bolivia sobre los territorios de Tacna, Arica y Tarapacá, y más tarde en 1830 el mariscal Santa Cruz reclamó Arica en las célebres conferencias del desaguadero.

Los antecedentes históricos en que V.E. no desea seguirme le han servido sin embargo, de base para sus alegaciones.

Hasta se había referido antes V.E. a que el Perú había concurrido a la guerra de 1879 contra Chile por defender a Bolivia, cuando lo que dice la historia es que existía desde 1873 un pacto de alianza defensiva entre Bolivia y el Perú, y cuando este último rehuía el "casus  Faederis", Chile le declaró la guerra el 5 d abril de 1879.

Las publicaciones de polémica han aclarado ya este punto, y se ha comprobado la gratuidad de toda afirmación contraria.

En el actual instante en que sucesos sobrevenidos han colocado Arica en una situación excepcional, que no permite jurídicamente ni políticamente ninguno de los pueblos que litigan ese puerto el atribuirse de propia autoridad su soberanía, es más que legítimo que Bolivia haga valer con razones, no con violencia, la luz de la justicia, no a la sombra de la fuerza, los derechos que le corresponden, y que haga presente a los países interesados y al mundo, que la cuestión del pacífico sólo ha de acabar cuando se haya realizado su reintegración  marítima, porque los motivos sentimentales como los de amor propio que sustentan los intereses del Perú y de Chile, y cuya respetabilidad no pretendo desconocer, al fin desaparecen y se extinguen más o menos tarde, al influjo de las ideas generosas que nunca dejan de existir en todo pueblo.  Al contrario, los motivos que tienen relación a la vida son permanentes y no perecen más que con la existencia del sujeto interesado.  Tal es el caso de Bolivia respecto a Arica.

Aplaudo y comparto con V.E.  los nobles y elevados sentimientos cuando expresa que más respetable que todo es la corriente que da preferencia a las altas ideas de justicia y respeto al derecho ajeno.  Al frente de esa evidencia no parece equivocado pensar que, dada la notoria ilustración  de V.E.  y de los esclarecidos estadistas peruanos, se servirán admitir que la justicia imanente, a la cual con el acierto de siempre alude V.E., aquella por la que viene suspirando la humanidad a través de los siglos, es superior a las egoístas combinaciones  políticas, y se inspira en los principios naturales que señalan a los hombres y a los pueblos la base cardinal y los derechos inherentes a su vida y a su progreso.  Ante esa justicia que reclaman los débiles y los oprimidos mencionados en la primera nota de V.E., es justo que en nombre [de] títulos políticos, existentes o no, una nación amiga y hermana, que dispone de puertos  más que suficientes sobre una costa de más de dos mil kilómetros [sic. son tres mil], se niegue a abrir el paso al mar a otra que, a causa de un común infortunio [un año Bolivia, 4 años y medio Perú] no posee ninguno, y que solo pide, invocando títulos irrefragables [sic.] anotados por la historia y demostrados por la geografía, que se le permita disfrutar del que la naturaleza ha vinculado a su suelo, y que la administración colonial ha creado para ella.  Más todavía, injusto es tratar de negarle la puerta que sólo da paso a su territorio, pues por Arica no se sale ni se entra al Perú, como no se entra ni se sale de Chile.  Y es también injusto que contra los dictados de esa justicia, que forma el supremo ideal de los derechos humanos, y que debe ser igual para todos, desde que no mira ni la fuerza ni la política, ni la pequeñez ni la grandeza de ninguno, se quiera dependizar a las exigencias de ajena soberanía, como lo está hoy y como lo estuvo antes de la Guerra del Pacífico, el desarrollo económico, la expansión comercial y la seguridad misma  de un pueblo que tiene tanto derecho a vivir y a crecer como los demás del continente.  Cuando el examen del caso en cuestión se someta al juicio sereno de espíritus imparciales, como ha de serlo un día u otro, seguramente hallarán intolerable que sobre el sagrado derecho a la existencia prime un mero interés político, consistente en manejar a voluntad la válvula de respiración del país vecino, porque hay que decirlo, con el testimonio de tres siglos de existencia colonial y con el de casi un siglo de vida republicana, el Alto Perú se habría asfixiado sin Arica, y a Bolivia le ocurriría lo mismo sin ese puerto, el que, oportuno es añadir de paso, no tiene ningún contacto ni con el comercio ni con los intereses económicos del Perú ni de Chile.

Si a las consideraciones anteriores se agregan las referentes a la justicia de derecho estricto, V.E. convendrá también en que para discernirla no es dable apartarse de los factores jurídicos existentes.  Entonces, si en el momento actual nadie puede arrogarse un derecho perfecto sobre Arica, nadie puede reclamar tampoco la justicia correlativa a tal derecho.  cada uno está obligado a situarse dentro del medio jurídico que le supone la situación creada. En ese sentido, que es también el único en que hoy debe considerarse la cuestión de aquel puerto, sólo corresponde al Perú y a Chile el propender a que su derecho expectantico actual se convierta en derecho perfecto, por el medio estipulado en Ancón o por otro en que recíprocamente pudieran convenir, como corresponde  a Bolivia el hacer que el suyo -superior en su concepto al de sus vecinos- sea considerado por éstos en una gestión directa o juzgado arbitralmente por alguna entidad internacional.  Tal aspiración, respetuosa de los derechos  ajenos y ajustada a las normas jurídicas y políticas, no puede ser mal apreciada por los países interesados.  Si estos estiman que su causa cuenta  con mejores razones nada tienen que temer.  La discusión tranquila las pondrá en evidencia o las descubrirá sin esfuerzo  el juez llamado a fallar.  Bolivia no quiere otra cosa.  Confía en la justicia internacional, así como en los sentimientos de equidad del Perú y Chile.  Por eso les pide fraternalmente, que le escuchen, o que en homenaje a la  [...ía] americana se avengan a someter amigablemente la decisión de la soberanía de Arica al fallo prestigioso de la Sociedad de las Naciones.

El gobierno de Bolivia no desespera de que el de V.E. con el cual lo unen vínculos sagrados de estrecha fraternidad, cuya consistencia se ha mostrado en toda época superior a la fuerza de los contratiempos políticos, querrá reflexionar más serenamente y se prestará a escuchar proposiciones  que satisfagan la dignidad y los permanentes intereses  de ambos pueblos.

Con tales votos reitero a V.E. las seguridades de mi más alta y distinguida consideración.
Carlos Gutiérrez
Ministro de Relaciones Exteriores de Bolivia




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Carta de renuncia del Dr. José Carrasco al cargo de ministro plenipotenciario de Bolivia ante el gobierno del Brasil

Legación de Bolivia
Asunto: Renuncia del cargo
Río de Janeiro, 1° de abril de 1920

Señor ministro:

Retrasada a causa de haber estado ausente de la capital, recibí su importante circular N° 66 de 6 de febrero último.  Antes de cumplido el plazo fijado por los médicos para atender mi salud, he vuelto con el fin de responder inmediatamente a las instrucciones que ella contiene.

Me incluye V.E. las resoluciones legislativas tendientes a la incorporación del puerto de Arica y territorios anexos al dominio de Bolivia, y me dice que en las actuales circunstancias, corresponde a las legaciones de su dependencia prestar una decidida cooperación a esa política, ya que la propaganda ha de servir de base para el apoyo moral que necesita el país.  Dice además que no sólo gestiones en ese sentido empeñosamente ante el gobierno del Brasil, sino que haga propaganda entusiasta en la prensa y en los círculos de opinión autorizada aprovechando cuantas ocasiones se presenten para ello.

Muy lejos está de mi ánimo señor ministro, promover disensión alguna ante la  cancillería sobre la orientación, tomada por el gobierno con apoyo de las cámaras en el más grave asunto que tiene la república.  Deseo fundar únicamente los motivos de mi renuncia para que no se crea que abandono un puesto de responsabilidad en la hora solemne y angustiosa de la patria, por sostener ideas personales.

Deseo demostrar amplia y claramente, que son motivos de orden superior los que me inducen a dejar el campo en este centro de incontestable importancia internacional.

Invoco su benevolencia, algo más, su tolerancia, para considerar ideas y sentimientos dictados por el más sincero y puro patriotismo.

El estadista, el político y el jurisconsulto que se lanzase en una gestión diplomática sin hacer el estudio exacto y cuidadoso de los derechos y documentos que puede oponer la parte que sostiene la tesis contraria, se expondría a sufrir los fracasos más perjudiciales e irremediables para el país que defiende.

En América existen reglas especiales  que responden a su origen y desenvolvimiento.  Al frente del principio de las nacionalidades que ha dado lugar  agraves inconvenientes en Europa, se halla consagrada la regla jurídica del Uti Posedetis de la independencia, y como dice el autorizado internacionalista Vicente Quezada, constituye por el asentimiento expreso de los congresos de plenipotenciarios, por Tratados entre todos los Estados y por las discusiones diplomáticas sobre la materia, un verdadero principio de derecho internacional entre las naciones de este continente.

"Esta especie de acuerdo o asentimiento tácito, dice José María Santiváñez, este derecho natural y necesario que circunscribe los nuevos estados dentro de los límiyes trazados por la metrópoli a sus provincias, es lo que se ha llamado el Uti Posedetis del año diez, osea, el derecho que la posesión daba a las repúblicas hispano americanas a soberanía y dominio del territorio que constituía en esa época la sección colonial transformada en sección independiente".

El Uti Posedetis está reconocido como ley obligatoria de derecho público americano.  España dice Quezada, al reconocer la independencia de sus antiguas colonias estableció como regla el Uti Posedetis legal, osea la demarcación  del gobierno metropolitano.

En los estados Unidos de América y del Brasil, se han escrito obras monumentales sobre la adopción del Uti Posedetis Juris de la independencia, en las contiendas interestaduales [sic.] de límites.  Después de consagrar ese derecho como incontestable, todos los publicistas proclaman que la posesión de hecho es un propósito de conquista unánimemente condenado por el derecho internacional.  El principio del Uti Posedetis Juris, osea la posesión civil con título, fue reconocido por Chile y la Argentina en el tratado de 1856, así como por las demás potencias del continente en diversos documentos públicos.

Sobre esta base conviene al éxito de Bolivia y a la satisfacción de sus necesidades en el Pacífico, buscar sin alucinación  ni exagerados entusiasmos los títulos de derecho que le asisten.

El publicista chileno Vial Solar dice que desde la época del coloniaje fue objeto de graves disputas entre al Alto Perú y el Bajo Perú la posesión y propiedad de Arica.

La Audiencia de Charcas, agrega, "miró constantemente del lado del mar, y la playa ariqueña fue su ideal: la de Lima siempre tuvo influencia bastante en el Consejo de las Indias para impedir que se le arrebatara aquel río sin agua, bosque sin leña, como se llamaba al duro desierto".

"Aunque la Audiencia de Charcas" continúa Solar "siguió sosteniendo que su Majestad le había favorecido con la posesión de aquella salida al mar del sur, ordenando al el Corregidor de Arica que eso fuere de ella,[porque] cumplía los mandatos de la Real Audiencia  Charcas, la verdad [es] que la lectura completa de la Real Cédula de 22 de junio de 1573 deja ver que esa jurisdicción  es de la de Los Reyes, y que lo único que se ordenó al Corregidor fue que obedeciera, pero únicamente para que reciba y encamine como se le ordenara, las personas que envíe desterradas aquella Audiencia" (La Nación de Buenos Aires, 13 de diciembre de 1918)

Prescindiendo de la Real Cedula de 10 de octubre de 1803 voy a recordar un hecho que se halla documentado.

Existe en los archivos de Sevilla el expediente que se organizó para desmembrar del Alto Perú la Intendencia de Puno en cambio de arreglarle la costa de Tarapacá y Arica.  Lo primero se llevó a efecto y lo segundo se aplazó.  En este estado sobrevino la revolución de 1810.

Corroborando este Uti Posedetis el estado soberano e independiente de Bolivia firmó con el Perú el tratado de 15 de noviembre de 1826 en el que esta República cede a Bolivia Tacna, Arica y Tarapacá desde los 1[9] hasta los 24 grados.  Este tratado no fue ratificado por el Perú.  Las solicitudes de los naturales de Tacna y Arica para anexarse a Bolivia en 1826 fueron pasadas al libertador Bolívar [y] al Congreso del per{u, que no las consideró.  Iguales  manifestaciones de Tacna y aún de Moquegua no fueron atendidas por el mariscal santa cruz.

Los varios tratados comerciales que hemos firmado con el Perú sobre el tránsito de Arica importan reconocimientos solemnes de  su dominio en aquellos territorios.

Empero, existe otro documento más explícito todavía.  Es el Tratado de Alianza de 1873, cuyo artículo dice: "Las altas partes contratantes se unen y ligan para garantizar mutuamente su independencia, su soberanía y la integridad de sus territorios respectivos.".  En esa época el territorio del Perú se extendía hasta el Loa y el de Bolivia desde ese río hasta el grado 24 de latitud sud.  El Tratado de 1873 está sellado con sangre boliviana y peruana vertida en cien esforzadas batallas que no deben olvidarse.

Así ligeramente recordados los títulos que han de oponerse, conviene examinar los que nosotros podemos alegar.

En la exposición (Memoria) presentada por nuestro ministro en Paris a la secretaría Internacional de la sociedad de las Naciones en septiembre de 1910 están condensados los fundamentos de nuestra demanda.

Examina las causas y las consecuencias  de la guerra: muestra que en el Tratado de Ancón no intervinimos y que sin embrago allí se decidió de la suerte del litoral porque Chile no admite solución de continuidad en los territorios que se anexó. Hace constar los esfuerzos de Bolivia para obtener un puerto durante  los veinte años de tregua.  Recuerda que "ante la obstinación de Chile, que rehusó darle una salida al mar" y ante un cúmulo de circunstancias ruinosas, "Bolivia se vio forzada a escoger uno de los extremos de este doloroso dilema: o la muerte por asfixia que le imponía el régimen de la tregua, o la vida sin comunicación exterior".  El primero de estos extremos era el suicidio y el segundo fue la entrega de sus cuatro puertos en el Pacífico a Chile, adquiriendo así la paz a precio muy elevado, porque su [potestad] comercial y su desenvolvimiento económico quedaron a merced de los poseedores de la costa"

Esta [situación] conducía lógicamente a que se demande la devolución de un puerto a Chile, allí donde tiene derechos [legítimos/legales] que puede transferir.

Empero, en vez de eso pasa fundar el derecho  boliviano en un asunto extraño que se refiere a Tacna y Arica.

Para adquirir estas provincias opone argumentos de carácter histórico y geográfico.

Los de carácter histórico se refieren a que, durante el coloniaje Arica se fundó para exportar las famosas riquezas de Potosí, y el gobierno de Madrid organizó el comercio exterior de la audiencia de Charcas por ese puerto.

El Alto Perú, más tarde república de Bolivia, siempre tuvo salida por Arica.  Durante las guerra de independencia las provincias de Tacna y Arica lucharon con los argentinos y alto peruanos contra los ejércitos realistas.

Los españoles del siglo XVI partieron de Arica para explorar y conquistar el Alto Perú.  Enseguida enumera [sic.] las veces que sus pobladores quisieron anexarse a Bolivia y recuerda los tratados no ratificados que se celebraron.

Los publicistas y diplomáticos que se han ocupado de hacer la defensa de los límites  territoriales de América han colocado siempre en el capítulo  de los fundamentos históricos  los títulos coloniales y los documentos antiguos que se refieren al derecho de propiedad.  Cuán satisfactorio habría sido para el patriotismo boliviano que en esta oportunidad tan excepcional se tomen en cuenta esos precedentes, pero es mortificante para ese patriotismo considerar que el derecho de tránsito, eternamente restringido en el Perú, se convierta en un título histórico para reclamar la propiedad.

En cuanto a las aspiraciones y tentativas de anexión no realizadas, creo que nunca tuvieron la categoría de [tales].

Como argumentos geográficos enumera [sic.] la situación en que se halla Arica respecto a Bolivia.  "En todas las épocas" dice, "Bolivia se comunicó por el mar por ese puerto.  Tacna y Arica se desarrollaron y nacieron gracias al tráfico boliviano.  Bajo la soberanía del Perú o de Chile es apenas un punto sobre el mapa del Pacífico y sin importancia positiva, mientras que con Bolivia cumple las funciones de órgano vital.  Bolivia geográficamente, es al hinterland de Arica como es internacionalmente, la válvula de seguridad de Bolivia".  Sin contestar la estricta exactitud de esta afirmación, infelizmente para nosotros todo lo expuesto fundaría la necesidad que tenemos de ese puerto, pero no el derecho de reclamarlo.

El hinterland, osea la zona de influencia por el interior de una extensión indeterminada, comprende en el Pacífico respecto a Bolivia, desde Mollendo hasta Antofagasta, Pisagua, Iquique, Cobija y Mejillones; mediante un ferrocarril al interior, serían siempre zonas de influecnia sobre el sud, el centro y el norte de la república. Empero, como la necesidad no constituye título de propiedad, tendríamos que obtener por lo menos un puerto de condiciones satisfactorias  para comunicarnos con el mar, de conformidad con los principios proclamados por el presidente Wilson, y apoyados por el Congreso de París.

Se dirá que Bolivia no está alegando un derecho de propiedad ni una reivindicación, que muestra la necesidad que tiene de ese puerto, y [que] como Perú y Chile le han puesto el precio de diez millones de pesos, Bolivia, en nombre de la paz del continente, pagaría esa suma y se [constituiría] en los derechos de los actuales contendientes. Para realizar este plan maravilloso y sin duda alguna muy patriótico, habría [que] contar con la voluntad de las partes que firmaron el Tratado de Ancón, pero por desgracia hemos llegado en esta materia a extremos tan opuestos que se halla eliminada absolutamente toda esperanza de acuerdo.

Para fundar la incorporación de Arica a Bolivia se han recordado algunos antecedentes históricos.
Se ha dicho que la guerra del 79 no fue dirigida a Bolivia sino al Perú.  Para afirmar esto, sería necesario demostrar que Chile no nos quitó el Litoral como fruto exagerado de sus victorias y además desmentir los antecedentes  históricos  que se hallan documentados.

Desde 1810 hasta 1866 Chile no [pretendió] extender sus dominios sino hasta el grado [2..], por eso propuso a Melgarejo [...ilegible...]

En 18[..]2 propuso al gobierno de  Morales la compra de esos territorios hasta el grado 23 (Cartas de don R. Castilla) 

[un párrafo ilegible]

Invadida Bolivia y después de los primeros puertos obtenidos Chile hizo presiones al general Daza. Moquegua y Arica a condición de que rompa la alianza con el Perú (Cartas de Santander al general Daza).

En 1879 el ministro chileno Godoy obtuvo que la prensa de Lima mantenga la neutralidad del Perú en la coalición con Bolivia, la llegada del ministro Reyes Ortiz y la violenta ocupación de Antofagasta cambiaron la opinión radicalmente.  Sin embargo Santa María (...) conferencia con Lavalle, ministro peruano y dijo que Chile no podía desocupar el territorio comprendido entre los grados23 y (.../24), y que se halla listo a comprarlo o someterlo a arbitraje, anulando los tratados de 18(..)8 y 1874.  Le demuestra la (...falta de objetivo serio) en el Perú para acompañar a Bolivia en esta contienda y le exige su neutralidad.

[un párrafo ilegible]

El presidente Prado, Lavalle , Irigoyen y otros en el Perú, el presidente Pinto, Santa María y otros en Chile, no querían  [involucrar] al Perú en la guerra, pero Godoy, Fierro, etc., precipitaron los acontecimientos.  Estos datos amplios y muy interesantes  están en los papeles del presidente Santa María, recientemente   recopilados.

Según las cláusulas del Tratado de Alianza, el Perú tenía derecho de dilucidar por si solo si debía o no declarar el casus faederis.  Pudo como decían entonces,  decidir su neutralidad sin infringir el Tratado, pero las  (violencias) de Godoy, los intereses de los salitreros, la orientación del partido civilista, y las excitaciones populares  indujeron al presidente Prado a declarar que el Perú no podía abandonar a Bolivia en una emergencia tan grave.  Bastó eso para que el Estado de Santiago autorizara la declaratoria de guerra al Perú.  Recién entonces pensaron los poderes salitreros de Chile  en las riquezas de Tarapacá.

¿Qué habría sucedido si el Perú se declara neural?   ¿Habría obtenido la misión Lavalle el arbitraje que Chile mismo insinuó anulando los tratados de 18(5)6 y 1874?  Quizás no habríamos perdido de hecho el territorio comprendido entre el grado (23 y 24) pero habríamos quedado con Cobija, Tocopilla, Caracoles, hasta Loa.  El Perú habría  visto más cerca el peligro y con el extraordinario progreso del salitre se habría decidido a resguardar Tarapacá.  La guerra no habría producido los cataclismos y las injusticias que estamos deplorando.  Pero nosotros habríamos acusado al Perú de desleal.  Habríamos dicho que no ha respetado la fe de los Tratados, habríamos atribuido únicamente a esa deslealtad la pérdida de nuestra mejor parte de nuestro Litoral y ciertamente que la honra, el prestigio y la palabra del Perú habrían sufrido considerable desmedro.

Con estos antecedentes creo, que es de honradez reconocer que la guerra fue hecha primero a Bolivia para apoderarse de Mejillones y después al Perú, cuando se negó a declararse neutral.  Guerra que los estadistas de ambos pueblos no excusaron/recusaron por una deplorable falta de comprensión  del momento que atravesaban.

Se afirma también que el Perú trató con Chile prescindiendo de Bolivia, y que entregada Tarapacá, sacrificó nuestro litoral.

No sólo es de honradez rehacer la historia de los sucesos sino de alta justicia nacional fijar el verdadero sentido de los hechos que produjeron nuestra reclusión  de la costa del Pacífico.

El primer gobierno que creó Chile para firmar la paz ocupando como ocupaba la capital peruana, fue el de García Calderón.  Consta de documentos que se hallan publicados, que éste exigió como condición la concurrencia de Bolivia en los tratados de paz o tregua.  Esta petición muchas veces reiterada fue rechazada inflexiblemente por Chile que tenía planes de  (...) como lo veremos más adelante.

[1 1/2 párrafos ilegibles]

... De parte de Bolivia la paz conjunta con el Perú fue también solicitada.  Las proposiciones de  tregua casi convenidas con el general Camacho, fracasaron porque exigió que el Perú concurra como parte de ese pacto.

Las proposiciones directas del ministro boliviano doctor Quijarro, en (Chile), fracasaron también por el mismo motivo.  Chile, para negarse a tratar conjuntamente con los beligerantes, tenía un plan secreto que guardaba cuidadosamente.

En ese momento había intención de dar a Bolivia Tacna y Arica, pero a trueque de que sea aliada con Chile.  Es decir, en cambio de que nos convirtamos en garantía de sus conquistas, bajo su tutelaje y vigilancia inmediatas.  Como decía don Zoilo Flores, "La alianza del lobo con el cordero".

Ese plan comenzó a ejecutarse en las conferencias de Lillo con Batista, realizadas en la ciudad de Tacna.
Como la alianza era en resumen contra el Perú, fue preciso ocultarla, siendo es a la razón por la cual Chile nunca quiso tratar conjuntamente con las naciones vencidas.  Además Chile consideraba [muerta] a balazos la alianza peru-boliviana y no quiso que reaparezca en un Tratado conjunto de paz o de tregua.  Siguiendo con este plan, Chile juega con las naciones vencidas en forma incalificable.

Conocidas sin duda por Iglesias y Lavalle las conferencias de Tacna entre Lillo y Batista sobre el plan de aliar Bolivia con chile, decidieron evitar tal solución  y con suma habilidad Lavalle propuso detener/definir las cuestiones emergentes de la guerra  entregando a Bolivia Tacna y Arica.

Cuando lo señores Salinas y Boe(..)o pidieron como condición de un Tratado de Paz la adjudicación de esos territorios a Bolivia, el ministro de Chile contestó que el tratado de Ancón impedía disponer de ellos.  El de Bolivia pidió entonces que se le dé la posesión de precaria de Arica.  El de Chile dijo que esa posesión convenida en el tratado, era intransferible.  Por fin el señor salinas pidió que se dé opción  a Bolivia en el Plebiscito.  El de Chile dijo que eso importaría modificar el Tratado y quizás  podía hacerse si lo pedía el Perú.  Pudo obtenerse la petición, pero el gobierno de Chile instruyó al Perú resistir a las pretensiones de Bolivia sobre Tacna y Arica.

Es preciso considerar el carácter de Novoa.  Era un corazón de piedra con un concepto exageradamente ponderado de las ventajas de la victoria y el poder de la fuerza: en esas condiciones puede juzgarse los medios que empleó para evitar que el Perú siga en ese camino respecto de su aliado.

Es en esta forma que Chile nos excluyó  también del plebiscito de Tacna y Arica y de otra injerencia en aquellos territorios.

En los cuarenta años que transcurren desde esa época, los acontecimientos han cambiado de aspecto.  Chile afirma que el Artículo (30) del Tratado de Ancón es una cesión disimulada de Tacna y Arica; que ese es el espíritu y la intención de los que lo firmaron.

La abundante recopilación que últimamente  se ha hecho en el Perú y en Chile muestra que al redactar ese artículo, ambos países tenían reservas mentales contrapuestas.

Chile creía que en diez años no habría en Tacna y Arica nada que no sea chileno, y que el plebiscito sería una fórmula segura de anexión.  El Perú tenía la esperanza de que el sentimiento y la población peruanos sobrevivirían a todas las  vicisitudes de las cautivas.

El lapso de diez años dio la razón al Perú.  Chile se equivocó, y en vez de conformarse con su error, le fue muy llano evitar el plebiscito y prolongar la posesión  de hecho, indefinidamente, contra el texto expreso del Tratado que  el mismo dictó e impuso en Ancón con la punta de sus bayonetas.

Contra todas las previsiones se produce la guerra europea; los aliados levantan la bandera de la justicia internacional, condenan la conquista y borran la máxima de que la fuerza prima sobre el derecho.
Bolivia, la víctima de las injusticias más crueles de la fuerza, aspira a tener una salida al mar.  El Perú se agita a la idea de resolver en su favor la cuestión pendiente de las cautivas.  Chile se coloca en una situación crítica y entre otras medidas halaga a Bolivia con ofertas totalmente engañosas.

Por fin cuando la cuestión ha llegado a complicarse mucho, el departamento de estado de Washington anuncia que Chile ofrece a Bolivia una faja de territorio que llegue hasta el mar al norte de Arica, en cambio de una alianza.

Informaciones de origen chileno dicen que el ministro Edwards ha puesto las bases de  ese pacto, concediendo una caleta  al norte de Arica y exigiendo de nuestro Ministro señor Montes otras compensaciones.

En un Memorándum que escribí en noviembre de 1919 y que mi secretario doctor Ostria remitió a V.E. confidencialmente, manifesté los inconvenientes  que tenía una alianza de ese género.

En todas las ocasiones en que hemos hecho política chilena  se han comprometido los intereses el país en forma irremediable.

En 1866 cambiamos violentamente la sapientísima orientación  internacional dada por el eminente estadista Rafael Bustillo, y fue entonces que legalizó Chile sus usurpaciones poniendo las bases de sus futuras conquistas.

En 1873 don Adolfo Ballivián vuelve al plan de Bustillo, logrando realizarlo en gran parte.  En 1874 muere este egregio Presidente, llega a Bolivia don Carlos Walker Martínez en calidad de Ministro de Chile y con maquiavelismo consumado cambia la orientación  de Ballivián y nos conduce a hacer política chilena.

Nunca como en 1873 estaba expuesta la vida y el porvenir de Chile, dice Bulnes.  La alianza argentino-boliviano-peruana habría evitado sus expansiones y es Bolivia quien le salva de tan grave situación poniendo dificultades a las condiciones accesorias que propuso el senado argentino, para aprobar la triple alianza.

En 1895 la situación de Chile por el lado argentino era difícil, y cuando el Perú  apremiaba la ejecución del plebiscito, aprovechando de esas dificultades, lucimos política chilena y firmamos pactos tendientes a obtener esos territorios ¿Para qué? para que Chile rechace, pasado el conflicto, lo que engañosamente concedió.

No es de extrañar que haya recurrido otra vez a la acción  de Bolivia, al ver que un Tribunal de Derecho puede obligarle a proceder con equidad y justicia.

Comprendo que ningún boliviano admitirá aliarse con Chile, ni aun cuando nos dé Arica, mucho menos por una faja inútil de territorio en una zona brava hacia el norte de ese puerto.  Comprendo también de que todos estarán convencidos de que Chile no nos dará Arica en caso de obtener su propiedad, sin exigir compensaciones territoriales en el corazón mismo de la patria.  Ante estas previsiones muestra actual amistad con Chile es inexplicable, en mi criterio.

Decía que nuestra actitud salvó al gobierno de la Moneda de gravísimas dificultades y en recompensa nos ha clausurado con una crueldad estoica [sic.]

Chile tiene en su política internacional incongruencias irritantes.  todos sus publicistas han levantado el tono de la más olímpica condenación contra el tratado de alianza  entre Bolivia y el Perú.  Han calificado de crimen abominable, fraguado contra la vida y existencia  de Chile.  Era preciso dicen, castigar merecidamente ese hecho, quitando la fortuna y los mejores territorios de los aliados y además clausurando al más débil entre las altas cumbres de los Andes.

Pues bien si eso es así, ¿cómo se empeña en una alianza secreta con Bolivia para tener subyugado al Perú por el mayor tiempo posible?  Lo que era crimen entre el Perú y Bolivia ¿será legítimo y correcto entre Bolivia y Chile?

Además, los signos de los tiempos varían en forma que la previsión humana no alcanza a divisar.  Si dentro de algunos lustros el Perú crece y se encuentra en situación de castigar la alianza chileno-boliviana no será ciertamente Chile quien pague los platos rotos, por que nada tiene, sino Bolivia, que estaría al alcance de su aliado del 79.

Por otra parte, esa alianza importaría la renuncia definitiva e incondicional de toda idea reivindicacionista de nuestro Litoral, y ese sacrificio, que hiere en lo más noble y delicado del sentimiento nacional, no se puede realizar no con el consentimiento de la generación presente, porque ese derecho corresponde  a las generaciones del porvenir que no podemos cancelar sin atentar contra los más caros intereses de la patria.

Una política vacilante y sin fijeza nos llevará a situaciones deplorables.  Aliados el Perú y derrotados, daríamos las espaldas al amigo de ayer para ir del brazo con el enemigo que nos flageló, y para servir la política imperialista de un pueblo insaciable en sus expansiones sobre la fortuna ajena.  En ello no sólo se sacrifican los intereses materiales del país sino sobre todo, sus valores morales, su dignidad, su lealtad y su honor.

Nuestra política debía ser firme y consecuente.  derrotados debíamos juntar los intereses comunes  de los vecinos y juntos habríamos obtenido ya resultados apreciables. Juntos somos una fuerza contra las crecientes e inmoderadas ambiciones de Chile, separados, somos la presa cómoda de sus imposiciones, por eso creo que colaborar a Chile en su plebiscito de Tacna y Arica es odioso y repugnante para Bolivia; su deber es distinto; su misión es encarar las consecuencias de la guerra con la honradez e intachable lealtad.

Me he detenido en este aspecto de la alianza porque el departamento de Estado de Washington ha asegurado que existe la proposición de Bello Codesido, y porque otras informaciones me permiten conocer los acuerdos del señor Edwards con nuestro Ministro en París.

Los ciudadanos de toda la América libre tienen derecho de juzgar los actos de los poderes públicos y refutarlos dentro de las normas del respeto, de la sinceridad y e la buena fe.

Usando de ese derecho consagrado por nuestras leyes, juzgo que las Cámaras no necesitan producir voto ninguno en la información prestada por V.E. toda vez que la mayoría se hallaba de acuerdo con su orientación.

Empero ya que creyeron necesario exteriorizar su voluntad, la más elemental prudencia les imponía el deber de escogitar un voto que no hiera el sentimiento y las susceptibilidades de los gobiernos y de los pueblos vecinos.

El Presidente de la Comisión de Negocios Extranjeros, don Alberto Gutiérrez lo comprendió así y su fórmula es de aquellas que ninguna Cámara puede dejar  de aprobar.  Aconseja adquirir, por medios legítimos un puerto propio, manteniendo relaciones amistosas con los países vecinos.

Confieso señor Ministro, que estudiando de lejos y con ánimo desapasionado las distintas fórmulas publicadas, he quedado asombrado del rechazo de ésta, lo cual ha de dar lugar más tarde a muy serios reproches.

Entre tanto, la fórmula aprobada no ha podido menos que producir un estallido en el gobierno y pueblo peruanos; el mismo efecto habría producido  en Chile si acaso no viera su conveniencia de fomentar los odios entre los aliados del 79 y buscar aproximaciones interesadas con Bolivia.

Es verdad que el canciller peruano ha ido a extremos inconcebibles. En lugar de contemplar con tranquilidad este juego de influencias ejercidas  sobre Bolivia y buscar los medios más adecuados para neutralizar la acción de Chile, ha lanzado un brulote inaceptable encendiendo la hoguera en forma tan violenta que ha despertado la atención del Continente con notas poco halagadoras para la cultura de ambos pueblos.  El Canciller peruano, contra sus sentimientos notoriamente chilenófobos, ha colaborado ahora en forma eficaz a los deseos y propósitos de Chile.  ha distanciado tan profundamente a los aliados de ayer que todavía no se pueden calcular las consecuencias  de ese distanciamiento.  Y políticamente el único que obtendrá provecho de esta situación será Chile.

Cuánta diferencia entre la orientación del señor Lavalle y las excitaciones del señor Porras!  El primero quiere (cruzar) con habilidad la proposición de nuestra alianza con Chile dándonos Tacna y Arica.  El segundo con una absoluta falta  de vistas lejanas echa a Bolivia a la otra ribera y hace una política impulsiva contra los intereses de ambos pueblos.  Lo que ha hecho es encender la hoguera y echarle constantemente leña en abundancia.

Para el criterio de las naciones vecinas hay el absurdo de litigar violentamente por un territorio que se halla en poder de una tercera potencia más fuerte que los contendientes y esta consideración desmedra la seriedad de ambos países.

Por mucho que creamos que estos hechos son pasajeros y transitorios, no es posible dejar de pensar en sus desenvolvimientos.

"El Mercurio" de Santiago, al tratar del impuesto a las utilidades mineras que el Congreso ha aprobado, habla de que la mayor parte de las pertenencias mineras de Bolivia están  en poder de capitalistas chilenos y que no sólo a estos se quiere gravar con impuestos desmedidos.  Usa iguales frases a las que se hallaban en boga entes de 1879, respeto de los salitres de Antofagasta.

El porvenir próximo del salitre es poco halagüeño.  Inglaterra, Francia y otras potencias  proyectan gravar el salitre chileno en forma prohibitiva para proteger el salitre químicamente elaborado. Chile necesita abundantes fuentes  de riqueza y no tiene otras que nuestro cobre, nuestro estaño, nuestra plata, etc.  En el estado de ánimo en que están el gobierno y el pueblo peruanos no sería extraño que al fin acepte las ambiciones que repetidas veces ha hecho Chile de arreglar la cuestión de Tacna y Arica a costa nuestra.

En los archivos de la Legación peruana en buenos Aires existen documentos auténticos que comprueban que poco antes de la guerra europea, el Presidente de Chile, Barros Luco, ofrecía al general Eléspuru, Ministro del Perú en la Argentina, un arreglo de las cautivas aliándose contra Bolivia, donde tendría el gobierno de Lima compensaciones abundantes y satisfactorias.  Reuniendo este dato a la proposición de Vicuña en 1900 y teniendo en cuenta todo lo que nos ha pasado en materia internacional, no es aventurado fijar la atención en la posibilidad de estas suposiciones.  ¡Plugue a Dios que ellas no se realicen!

Desechado el plan de acuerdos directos con el Perú y con Chile, no tenemos otro recurso que acudir a la Liga de las Naciones osea a la Corte de Justicia Internacional que se organiza.

Prescindamos considerar la suerte de esta institución  ante el rechazo que ha sufrido ante el senado Americano y admitamos su eficacia conservando íntegro el sublime ideal del Presidente Wilson.
Es imposible discutir ni poner en duda el carácter jurídico de la Corte de Justicia Internacional.  Ni esta Corte ni la Liga  en general, han de asumir el poder discrecional   del Papa Alejandro VI, que concedía las tierras de américa a los que las descubrían, ni se arrogará las facultades que tenían los reyes  de España para distribuir sus dominios según su leal saber y entender.

En la actualidad no hay territorios (nullius) en América y la Liga no ha de apartarse de los principios de derecho internacional adoptados en el continente. Es decir que su criterio ha de conformarse  a la regla admitida del uti posedetis juris de la independencia y de los tratados válidos que lo modifican.  Nadie puede concebir que la alta Corte Internacional tome los territorios del Continente y los distribuya a su antojo por razones de necesidad o de situación geográfica. Si así sucediera, en lugar de afianzar la paz, encendería la guerra más desastrosa en toda la América del Sud.

De suerte que, si Chile y el Perú nos excluyen de intervenir en la cuestión de Arica, como lo han asegurado ya en forma imperativa e inflexible sus cancillerías, la Corte de Justicia Internacional no ha de poder obligarles a que nos acepten y ha de limitar su jurisdicción  a decidir el debate sólo entre el Perú y Chile.  Entonces no nos quedará a nosotros más que deplorar lo irremediable.  Veo venir este resultado con los datos que se tienen en este centro, casi siempre bien informado.  Puede considerar V.E. cuánto me contrista y mortifica este resultado.

En las naciones del Atlántico sud creen sin discrepancia que Bolivia tiene razón y derecho para exigir su comunicación directa y propia al mar, pero no pueden explicarse  cómo pretende lo que con tanto ahínco reclama el Perú, en vez de pedir lo suyo o lo que debe darle Chile en el territorio que posee sin disputa.
Esta opinión prima también en Itamatraty y sin duda alguna en C(...)te, pues me lo ha dicho confidencialmente un altop ersonaje íntimo amigo y colaborador del Presidente y del Ministro de Relaciones Exteriores.

El argumento de que al Arto. 111 del Tratado de Ancón no establece para las Altas Partes Contratantes sino derechos espectaticios, no daría lugar en ningún caso a la pérdida de esos derechos en favor de un tercero.  Así lo entienden  aquí y también en Europa, según informes fidedignos.

Lo que opinan todos es que Bolivia debe pedir un puerto al que le despojó de los suyos y no al Perú que sufrió con él los horrores de la guerra.

Lo que mortifica al patriotismo es el desgaste de nuestro prestigio, cuando ven que estamos más inclinados a Chile para colaborarle en la usurpación de las cautivas con sacrificio de las normas de lealtad que hombres y pueblos guardan con cuidado como condición de prestigio y moralidad.  No se ve como equitativo que el Perú lo pierda todo en la hora de la justicia y que Chile consuma sus conquistas con el apoyo de una de las víctimas de la guerra.

En este punto, me permito llamar la atención de V.E. a los términos sugerentes de la nota americana dirigida a raíz de los deplorables sucesos de la paz a la Cancillería de Chile.  Allí se transparenta visiblemente que estados Unidos acoge la idea  de que Chile está fomentando estas discordias, lo que ha molestado a la Legación chilena en esta ciudad, porque ve primero el ánimo de la gran nación a intervenir en estos asuntos, y 2do, la mala voluntad que tiene y siempre ha tenido a las exageradas conquistas de Chile en el Pacífico.

La verdad es que los afanes del Embajador chileno en Washington han conseguido hacer declarar que  la nota americana no importa intervención sino simple sugestión, pero en el  fondo y la forma de ella manifiestan claramente lo contrario.

Se repite muy a menudo que el sentimiento nacional pide Arica y ay del boliviano que lo contradiga.
El sentimiento nacional es siempre muy respetable, nunca se puede prescindir de él sin cometer una arbitrariedad.  Si la solución de este gravísimo problema dependiera del sentimiento nacional ¿qué boliviano sería capaz de contradecirlo?

Desgraciadamente en este caso el justísimo sentimiento nacional de Bolivia choca con el sentimiento nacional del Perú, que tiene el derecho, y con el sentimiento nacional de Chile, que tiene la fuerza.
Se dice que es una utopía irrealizable la reivindicación de Antofagasta. Puede ser, pero la adquisición de Tacna y Arica sin el consentimiento del dueño y del actual ocupante es no sólo utópica e insostenible sino peligrosa, porque al cabo hemos  de quedar mal con Chile y el Perú, y así aislados, sin amigos en la vecindad, nos exponemos a las más graves violencias.

Además no debemos descuidar ni olvidar nuestros deberes de lealtad, porque si hemos perdido nuestra integridad territorial, debemos conservar intacta nuestra integridad moral.

Utópica la reivindicación de Antofagasta.  Más utópica y peligrosa la tercería en la cuestión de las cautivas. ¿Qué debemos hacer?

Creo señor Ministro, que el camino trazado por las modernas bases de la organización mundial nos da normas claras e intergiversables (sic.).  Según ellas no pueden existir naciones condenadas a la clausura y todas tienen derecho a un puerto propio en el mar.  Bolivia tuvo cuatro puertos cómodos y ricos; aplicando esos principios debíamos pedir la "revisión del Tratado de 1904" y un puerto propio para comunicarnos con el mar.  Si era forzoso determinar ese puerto, señalar por lo menos Cobija.  Si Chile hace valer fundadamente que no puede admitir la solución de continuidad de su territorio, pedir Pisagua.

No hace mucho que discutiendo con un eminente personaje de Chile, le decía que debían acabar estas contiendas siempre escandalosas dándonos Pisagua.  Contestó que no habría inconveniente si allí no hubiera salitre.  Yo le repliqué que no necesitábamos  fortuna sino salida al mar, que el salitre quedaría con ellos.  El diplomático chileno guardó silencio.

La alta corte de justicia internacional atendería al derecho con que exigimos ese puerto, sin los peligros, las complicaciones y los inconvenientes que tiene Arica.

Declaro a V.E. que he hecho un grande esfuerzo de inteligencia y de voluntad para encontrar argumentos favorables  a la tesis de incorporación de Tacna y Arica a Bolivia.  En todos sus aspectos no encuentro sino escollos insuperables por lo que me hallo en la imposibilidad d cumplir debidamente las instrucciones de propaganda que contiene su importante circular N° 66.

En tal situación mis deberes para con la patria, mi lealtad para con el gobierno y mi dignidad personal me inducen a renunciar irrevocablemente el alto cargo que me confirió S.E. el señor Presidente de la República para quien guardo la más sincera gratitud, por las distinciones que con tanta gentileza me ha dispensado.  Mis agradecimientos a V.E. y su digno predecesor, que han dirigido esta Legación, prestándole todo el apoyo necesario en su desenvolvimiento.

Pido excusar y perdonar la extraordinaria extensión de este oficio, en obsequio a la gravedad del asunto de que trata.

No pretendo discutir con V.E. la orientación adoptada, amparo únicamente mi responsabilidad política en esta emergencia. Crea el señor ministro en el sentimiento amistoso con que acato el patriotismo y la honradez del señor presidente y su digno gabinete.

Von este motivo, reitero a V.E.  las  consideraciones  de respeto con que me suscribo, atento y seguro servidor.

José Carrasco
Al señor Ministro de Estado en el Despacho de Relaciones Exteriores.
La Paz.




"Arica, puerto disputado por el sentimiento peruano [¡!], por la obstinación chilena "Vicuña-Mackena" de Geografía Militar, es también solicitado por el anhelo boliviano como una necesidad biosocial.  Un severo examen de las circunstancias que promedian en tal disputa, daría ocasión al criterio geográfico para reservarlo a Bolivia, contra las exigencias sentimentales [¡!] o bélicas de otros"
Parte final del articulo "Interpretación geográfica del anhelo portuario de Bolivia", de Rómulo Meneses (La Paz)Publicado en: Amauta (director: José Carlos Mariátegui), Lima, N° 18, octubre de 1928












Dos formas de ver el problema