domingo, 24 de noviembre de 2019

Tullupampay: expresión popular por las almas


Por: Manuel F. Perales Munguía
Arqueólogo

Tradición:
El 03 de noviembre de cada año se celebra 
esta misa extraordinaria en honor 
al “panchito” que custodia el hogar


«Entierran (…) con estos cuerpos [de sus difuntos] todas las comidas secas que ellos usan—y échanles açua en la sepultura, que es su bebida—, llamándolos por sus nombres». Con palabras como éstas el clérigo español Bartolomé Álvarez describió las prácticas de veneración a los difuntos entre las poblaciones indígenas de los Andes en 1588, a puertas del inicio de las campañas de extirpación de idolatrías con las que la Iglesia Católica de entonces buscó destruir las religiones nativas en esta parte del continente.

La cabeza humana


Poco antes, en 1583, el licenciado Juan Polo de Ondegardo, en su Instrución [sic] contra las ceremonias y Ritos que usan los Indios, anotó algo importante sobre las poblaciones andinas antiguas: «Creen (…) que las cabeças de los difuntos o sus phantasmas, andan visitando los parientes, o [sic] otras personas en señal que han de morir, o les ha de venir algún mal».

Sin duda, este testimonio nos remite a la importancia simbólica de la cabeza humana en los Andes precoloniales, en el plano religioso, pero también político y social, como arqueológica y etnográficamente han documentado los trabajos recientes de Denise Arnold y Christine Hastorf para el caso boliviano, donde cada domingo posterior al Día de Todos los Santos muchísima gente lleva a sus “ñatitas” (cráneos humanos que guardan en sus hogares) a “oír” misa y recibir el agua bendita, todas engalanadas con flores, como también ha reportado Gerardo Fernández.

Celebración tradicional

El carácter pan-andino de las citadas prácticas de veneración a los difuntos, y particularmente a los cráneos humanos, se expresa en la existencia de rituales como la misa de Tullupampay, celebrada el 03 de noviembre de cada año, en el cementerio antiguo del pueblo de Chongos Bajo, en el Valle del Mantaro. Vinculada a una antigua costumbre local en torno a la limpieza del cementerio y al re-enterramiento de osamentas humanas halladas como producto de dicha actividad, en la actualidad, esta celebración tradicional congrega a numerosas personas de la zona que todavía mantienen una arraigada creencia en el poder protector de los cráneos humanos que conservan en sus hogares.



Tales cráneos, o “almitas”, pueden ser de parientes, o simplemente de gente desconocida. Es por esto que se les suele llamar por su nombre, o sencillamente “panchitos” y “avelinos”.

Almita guardiana
Estudios realizados por el investigador Agustín Rodríguez y el suscrito sugieren una estrecha relación de reciprocidad entre el “almita” y la persona que la guarda en su vivienda. Aquélla se revela en sueños y a través de ciertas manifestaciones especiales en la vida cotidiana, y mientras es cuidada con cariño y sobre todo con fe, brindará protección frente a robos que podría sufrir la casa o hasta las sementeras. En otras ocasiones puede anunciar la ocurrencia de ciertos acontecimientos, asustar al incrédulo e incluso favorecer el triunfo en alguna actividad profana como un partido de fútbol. De algún modo vemos que en todo esto existe relación con las creencias observadas por Polo y Álvarez hace más de cuatrocientos años.


Por otro lado, en la perspectiva desarrollada por Manuel Marzal y otros autores, la misa de Tullupampay representa un ejemplo único de catolicismo popular que se ha desarrollado vigorosamente a partir de procesos peculiares de sincretismo cultural y religioso, donde elementos andinos y cristianos occidentales se han imbricado de modo complejo. Por ello, esta manifestación debería ser investigada a fondo y reconocida como Patrimonio Cultural de la Nación. Confiamos en que así sea pronto.

Fuente: Revista Gato Negro (en línea), Lima, 3 nov. 2019
https://www.revistagatonegro.pe/tullupampay/ 




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martes, 10 de septiembre de 2019

"Aguardiente y vino puro..." - zamacueca tradicional del Perú

De la Zamacueca al Canto de jarana bailado (Marinera) y Resbalosa Canta: Gustavo Urbina (del conjunto "Tradición limeña", fundado en 1960)



LETRA: (Marinera) Aguardiente y vino puro ayayay, dicen las antiguas leyes Morenita agua que, toman los bueyes ayayay, que tienen el cuello duro ayayay, ¡aguardiente y vino puro! Once las letras son del aguardiente ya lo sabe el curioso, ayayay, impertinente once las letras son, ayayay, del aguardiente Del aguardiente madre, si no tomara, la garganta de pena ayayay, se me secara rico, rico piquito, ayayay, dame tu pico (Resbalosa y fuga) De los aires nacionales de la América del Sur ¡no hay como la marinera que se baila en el Perú! Tiempla un zambo la guitarra, con los redobles de cajón y a voz en cuello reclaman: "¡agua pa' la caballada!" ¡Mándame quitar la vida, si es delito el adorarte! Pobre soy porque no tengo, la dicha del poderoso, como amante soy dichoso, y en mi dicha me mantengo Malhaya, quién dijo amor, cómo no dijo veneno. Tiéndeme la cama, arregla el colchón, ¡luego tú me pasas mi rico pan de Guatemala! ........................ Sobre el riquísimo legado poético popular criollo, plasmado principalmente en cantos de jarana y amorfinos, consultar este trabajo de Pepe Bárcenas, "Su Majestad la marinera": http://www.mediafire.com/download/96t... .......................... Sobre la llegada de la zamacueca a Chile citamos: "Respecto a los bailes de chicoteo, recordamos que por los años de 1812 i 1813 la zamba i el abuelito eran los más populares; ambos eran peruanos. San Martín con su ejército, 1817, nos trajo el cielito, el pericón, la sajuriana i el cuándo, especie de minuet que al fin tenía su alegro. Estos últimos bailes podrían mirarse como intermedios entre los serios i los de chicoteo; pues no daban lugar a las desenvolturas que se ven en los otros, que nos vinieron del Perú desde el año de 1823 hasta el día. [Al salir yo en mi segundo viaje a la república argentina en mayo de 1824, no se conocía este baile. A mi vuelta en 1825 ya me encontré con esta novedad] Desde entonces hasta hace diez o doce años Lima nos proveía de sus innumerables y variadas zamacuecas notables o ingeniosas por la música, que inútilmente tratan de imitarse entre nosotros. La especialidad de aquella música consiste particularmente en el ritmo y la colocación de los acentos, propios de ella, cuyo carácter nos era desconocido, porque no puede escribirse en las figuras comunes de la música" (José Zapiola, "Recuerdos de treinta años". Santiago 1872-1874, pp. 87-88)

http://www.memoriachilena.gob.cl/602/w3-article-94995.html









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miércoles, 3 de julio de 2019

"Más cariño al pisco"

Nota aparecida en El Comercio a fines de junio del 2019


Controversia
La presencia de un engañoso producto chileno (Grupo Luksic de Chile) hizo que nuevamente nuestro destilado reclame atención, por la urgente protección de nuestra denominación de origen.


Catherine Contreras

La alarma que saltó hace unas semanas sigue sonando, y al parecer nadie contesta eficazmente a ese llamado de alerta.  Un spot publicitario presenta un punteo de guitarra criolla, un destilado de uva quebranta, una bodega pisquera, y un "cusqueño sour" que no ha sido hecho en el Perú.  En Chile se comenzó a comercializar un producto controvertido, situación que nuevamente lleva a ahablar de un tema irresuelto.  Y es que más allá de la publicidad engañosa, el problema que salta a la vista es que la denominación de origen (DO) pisco sigue demandando clara medidas de protección..."

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"La papa"

30 de mayo, día nacional de la papa en el Perú

Ezequiel Arce y su cosecha de papas (1934), Qatca, departamento de Cusco
© Archivo fotográfico Martín Chambi
(foto tomada de esta página)



PAPA

Papa «Amarilla» y «Yungay»,
papita «Blanca» y «Tomasa»
(alimento de las casas)
en nuestros campos, ¡siempre hay!
Son sabrosas, ¡Ayayay...!
igual que «La peruanita»,
que al cocinarla, hervidita,
(con su sal y mantequilla)
¡da un puré de maravilla!
que se hace agua la boquita.

Para guiso y también frita
la «papa negra» es la voz,
sea sola o con arroz,
no habrá alguien que no repita.
De delgada cascarita
es nuestra «papa Rosada»,
que suele ser apropiada
para la «papa rellena»,
aunque también es muy buena
para un «locro» o ensalada.

En el llano o en la quebrada
crece la «papa Tarmeña»,
que pa’ la «causa limeña»
sin duda, es más deseada.
Otra que no es superada:
La «Huamantanga» ¡señores!
de los mejores sabores
y de apariencia sencilla,
aunque por dentro amarilla,
es un primor de primores.

Deliciosa y engreída,
del norte: la «Huagalina»
¡Qué cosita más divina!
sienta con cualquier comida.
La papa «Huayro» es querida
con un choclo y su quesito,
y un complemento exquisito
si se hace una pachamanca
o en un «chunchulí» con panca,
si falta, sí es un delito.

Con variedad de colores,
¡Papa de América oriunda!
criada en la tierra profunda,
por fuera, muestras tus flores...
Es cuando los labradores,
cual parteros con sus manos
(mujeres y hombres peruanos)
te sacan con regocijo,
porque saben que a sus hijos
los criarás fuertes y sanos.

Desde tiempos muy lejanos,
con tus pecas, tus hoyitos,
con tu cuerpo tan durito
¡luchaste contra villanos!
contra invasor o tirano
que al mundo le causó hambruna
(que envenenaron lagunas)
y a los hombres aun explotan...
pues como tú, ¡puños brotan!
por tu cuerpo, en llano y puna.

-Jinre-

(Jinre Guevara Díaz)











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sábado, 26 de enero de 2019

Chicherías cusqueñas

LA CHICHA ESTA FERMENTANDO
Por: María Luz Crevoisier M.
Periodista


El título evoca la obra teatral del arequipeño Rafael del Carpio Carrillo que fue puesta en escena por el grupo HISTRION en 1962.

Y si hablamos de chicha, especialmente de aquella bebida espiritosa hecha de maíz fermentado a la que se refiriera el Inca Garcilaso de la Vega en Los Comentarios Reales, coincideremos con el escritor arequipeño al decir que la chicha “revienta,” cuando ha llegado a su punto adecuado.
Pero chicha y chichería son sinónimas y en muchos parajes del Perú, se encuentran diseminadas por barrios y rincones fuera y dentro de las periferies urbanas. Las más conocidas son, desde antaño las del norte, Arequipa y Cusco.


foto de aquí

CON LA TRADICION EN LAS MANOS

Quien no ha conocido en Cusco aquellas viejas casonas en las cuestas de San Cristóbal o Santa Ana, con sus peculiares estilos mestizos en donde se albergaba una chichería tal como lo daba a conocer, la flor roja que pendía de una caña en el portón, anunciando cada tarde que ya estaba lista la tradicional bebida.

Las chicherías, rivalizaron en el pasado con las no menos tradicionales teterías, ubicadas por la cuesta de San Blas y en las calles de Concebidayoc, Mosoq Calle, Recoleta y otras. Estas tenían la peculiaridad de llenar de música el ambiente, desde una tetera silbadora que hervía sobre un bracero a la puerta del establecimiento. Adentro, se conjugaban en vistosos frascos, una serie de hierbas diversas puestas a macerar, como el ayrampu, hinojo, (). La modernidad acabó con ellas y solamente quedan algunas, pero sin ese ambiente que las convirtió en espacios únicos.

DOS ARTISTAS, DOS POSICIONES

Para acercarnos a las chicherías del tercer milenio en la ciudad puma, conversamos a dos de sus conspicuos asistentes: Fernando Bolívar Mendoza (Cusco 1968) reconocido ilustrador y artista plástico nos manifiesta que “En ellas aún se conserva la tradición y un tiempo dentro de la ciudad, pese a los cambios”.

Entre los artistas que la han retratado como alguna vez lo hizo en Arequipa Vinatea Reynoso con las de su localidad, se encuentran Edwin Chávez, Manuel Gibaja,Mario Curasi.
“Sin embargo, han perdido su ubicación y ya no es posible encontrarlas dentro de la ciudad, sinó en las periferies y la flor roja de antes, se ha transformado en una bandera de plástico”. El artista también nos informa que la antropóloga Eliana Llosa, alumna de la PUCP, realizó su tesis de graduación tomando como tema las teterías [sic. su tesis fue sobre las chicherías cusqueñas].
Mario Curasi Rodríguez (Cusco, 1967), especializado en dibujo y pintura, ha obtenido numerosos premios en reconocimiento a su labor artística y realizado diversas exposiciones dentro y fuera del país.


https://www.facebook.com/carlitos5080/


LA CHICHA EN LA SANGRE

“Desde muy niño estuve ligado a la chicha, viendo a mi abuela hacer la cosecha calcheo del maíz, deshoje y escogiendo aquellos granos de color amarillo a los que denominaba qori sara (maíz de oro) los quebesaba con reverencia”.

“Pasé noches enteras al costado del fogón viendo como mi madre hacía hervir el wiñapo (maíz molido con agua) y después dejaba caer el líquido sobre la paja y la guardaba en un tomín de barro denominado raki”. La borra, es decir lo que quedaba y se llamaba sutuche, servía para la alimentación de los cuyes, que en las chicherías de antaño, pululaban entre las mesas.

“Estando en mi comunidad de origen, Pamapachulla, sector de Balaypata (también denominado Lorenza Baylapata) en la provincia de Urcos; fui testigo de cómo la chicha estaba vinculada a la vida del campesino. Desde el sembrío, aporque, cosecha, en el “señalacuy” de las ovejas y como parte del rito “ñawicha” (el hallazgo de un grano grande que era denominado el ojito de la chicha). La bebida se sacaba del raki con un wink`o , es decir una media calabaza seca que hacía las veces de cucharón y en forma repetida para que hiciera espuma antes de servirla en unos vasos de cerámica con forma de keros o en aquellos con una cara en relieve o en los de la cerveza cusqueña.”

Cuando la familia se fue a vivir a Cusco, se establecieron en el Jr Quispicanchis como otras en barrios con los nombres de su procedencia. En muchas se aperturaron chicherías, así en los barrios de Progreso, Tahuantinsuyo, Ttío, Zarzuela, Progreso, Viva el Perú”.

“A las cuatro de la tarde era el horario de nuestra reunión”, recuerda Mario evocando sus clases en la Quiste Ttito. Alguien pasaba de salón en salón repitiendo la consigna:”Ya es la hora, ya es la hora” y todos en grupo se iban al Garaje (en Saphy) , o Las tejas en Pumacurqo, la Cuchipaya en Siete Angelitos (San Blas) , Latapunku, la Eva (Arco pata), la Blanquita (Queswa) , la lunareja (Santiago), La rocola (Progreso) , el Club (Quera)”.

“El itinerario se iniciaba con una chicha fuerte en El Canchón, para seguirla en La Vilma (desaparecida) y rematar en La Manuela, conocida también como La Ignorante o Los Cuatro Suyos”.
“Cada rincón, tiene sus propios asistentes y en La Manuela se concentran los artistas e intelectuales en donde urden sus planes y programas culturales. Soy testigo de ello”.

En las chicherías (al artista le gusta decir también picanterías) el famoso picante servido en un platillo chico y consistente en mondonguito, locro, estofado, nabo, papaliza, mote, solterito junto al uchucuta, ese ají tan típicamente cusqueño.

Muy de cuando en cuando, algún músico extraviado en el tiempo llega a uno de estos lugares para deleitar a los concurrentes con huaynos y piezas del repertorio latinoamericano, quizás un yaraví. Pero generalmente ahora se escucha música de rocola, “chicha casi siempre, aunque también boleros, los tradicionales huaynos del Jilguero del Huascarán, Flor Pucarina, los Errantes de Chuquibamba, combinados con alguna salsa y rock. Es que los tiempos cambian, nos dice Mario Curasi”. FIN

Acotamos que existen otras clases de chicha: así de quinua denominada teqte, piña, maní, etc.

https://www.facebook.com/marialuz.crevoisiermendizabal/posts/10218799023952845