jueves, 30 de enero de 2020

"Réplica a Gasparini" - Carlos Ponce Sanginés


Réplica a Gasparini

Por: Carlos Ponce Sanginés
Director del centro de Investigaciones Arqueológicas en Tiwanaku


Separata de la revista “Pumapunku” del Instituto de Cultura Aymara del la H. Municipalidad de La Paz, correspondiente al N° 5

La Paz – Bolivia
1972





1. El Centro de Investigaciones Arqueológicas en Tiwanaku

Desde que la urbe tiwanacota quedara abandonada hacia el año 1200 de nuestra era, ha sufrido innumerables daños, ocasionados tanto por los elementos naturales cuanto por la mano del hombre. En la primera mitad del siglo XVII los clérigos españoles transformaron las ruinas en cantera para la extracción de material lítico destinado a la construcción de la iglesia del pueblo y otras edificaciones. Asimismo, ejecutaron calas en búsqueda de tesoros, que afectaron la pirámide de Akapana y el templo terraplenado de Pumapunku, aunque sin éxito en su desesperación por áureo metal. Entonces y también durante la república se transportaron sillares hasta La Paz para ser empleados en San Francisco y la Catedral. Se sustrajeron piedras para manufacturar muelas de molino y morteros para chocolate. En 1900, vigente el régimen liberal, albañiles especialmente contratados desataron un muro bellamente erigido en Akapana y se cortaron los bloques para incluirlos en varios puentes del ferrocarril Guaqui-La Paz. Piedras talladas yacen todavía en cimientos de casas, en fachadas y aún en las veredas de las calles del cantón Tiwanaku. 

La devastación fue tan intensa que en 1910, un arqueólogo desorientado al contemplar escasos vestigios, exclamó que poco era lo que quedaba visible. A ello hay que sumar los deterioros causados por gente deshonesta que cavaba con el propósito de proveer a los coleccionistas y museos del exterior, de ejemplares de cerámica, de metal y líticos de filiación precolombina. Los repositorios de Praga, de París, de Nueva York, de Gotemburgo, de Berlín, están repletos de ejemplares procedentes de Bolivia y exportados en la primera mitad de la vigente centuria.

Para conjurar panorama tan desolador y deprimente se fundó el 20 de octubre de 1958 el Centro de Investigaciones Arqueológicas en Tiwanaku (sigla CIAT) que por una parte ha realizado labor loable en defensa de la riqueza prehispánica y por otra se ha abocado al estudio concienzudo de la cultura epónima.

El instalar un instituto estable y fijo anexo a las ruinas, proporcionó la innegable ventaja de realizar pesquisas arqueológicas sin solución de continuidad y de magnitud incuestionable. El balance de su actividad desde entonces resulta alentador y francamente positivo. Demostración patente de que cuando se trabaja con
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patriotismo y honradez se puede promover obra de relieve con recursos humanos y financieros netamente nacionales, la cual compite en nivel de calidad con entidades similares de países desarrollados.

El halo de misterio que rodeaba a la cultura indígena de Tiwanaku se va disipando poco a poco. Se ha individualizado una secuencia estratigráfica que comprende cinco épocas, la más antigua la I y la V más reciente. Asimismo, tres estadios de desarrollo, el aldeano, el urbano y el imperial. En sus comienzos Tiwanaku constituyó una pequeña villa, que hacia el primer siglo de nuestra era se transformó en ciudad. Luego se convirtió en la capital de un inmenso imperio, como corolario de expansión de tipo militar, el cual contó con extensión territorial estimada en 600.000 kilómetros cuadrados, abarcando considerable porción de las actuales repúblicas de Perú, Bolivia y Chile. Hacia 1200 DC bruscamente se fraccionó el mencionado imperio en una serie de estados regionales, aunque todavía no se ha precisado la causa de tal disgregación política, con el correspondiente ocaso metropolitano.
Si se ha llegado a rastrear con indudable éxito la trayectoria de la cultura de Tiwanaku, también fue promisor el esfuerzo de estructurar su cronología absoluta por dataciones radiocarbónicas (isótopo radiactivo del Carbono o Carbono 14). En base a 33 muestras examinadas por medio de ese arbitrio cronométrico se ha elucidado la antigüedad. Al respecto se escalonan bien los promedios extractados: 237 antes de nuestra era para la época I, 43 después de Cristo para la II, 299 para la III, 667 para la IV y 1050 para la V. La fecha más remota analizada hasta ahora brindó 1580 AC. Asimismo, se ha aplicado el método de datación de la obsidiana, que estriba en la mensura microscópica de la película de hidratación, habiéndose estudiado 414 secciones delgadas, con guarismos coincidentes con la cronología radiocarbónica. Por último, se han recogido muestras arqueomagnéticas de arcillas quemadas, para el uso del procedimiento de magnetismo termo-remanente, aunque en este rubro todavía no se ha trazado la curva pertinente.

A través de la fotografía aérea se ha identificado a cabalidad el área que ocupaba la antigua ciudad precolombina de Tiwanaku, 4.2. kilómetros cuadrados, que equivale a la mitad de la superficie que cubre Oruro si se quiere formular una comparación ilustrativa. Las más recientes fotografías aéreas fueron tomadas en julio del vigente año y no sólo registran el perímetro de la porción propiamente arqueológica, sino un total de 30 kilómetros cuadrados del valle altiplánico de Tiwanaku.

Satisfactoria la localización de la procedencia del material lítico empleado en las edificaciones prehispánicas y la consecuente identificación de las canteras de andesita, arenisca y basalto. Proyecto interdisciplinario que reunió a arqueólogos y geólogos. Las conclusiones consignadas en dos gruesos tomos, con acogida franca en círculos científicos del exterior.

Un adelanto de importancia radica en la utilización del protón magnetómetro Elsec, que mediante la determinación de la intensidad magnética total, permitirá la prospección de muros y canales hoy en día cubiertos por tierra en la pirámide de Akapana. Se terminará este trabajo dentro de un trimestre. Las miles de lecturas obtenidas serán clasificadas por medio de computadora y luego la graficación concerniente. Es el primer proyecto de tal género en Suraméríca.

El estudio de la metalurgia tiwanacota ha deparado sorpresas. Se ha dilucidado que el cobre se fundía ya en la época I y que el bronce se descubrió en la V.
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El análisis con espectrómetro de emisión ha permitido un conocimiento adecuado del patrón de impurezas de las piezas cobreñas y el probable sitio de extracción de materia prima.

Es imposible aquí enunciar toda la actividad científica del Centro, que tiene genuina jerarquía intelectual.


2.   Una réplica necesaria

Un italiano avecindado en Caracas y con humos de historiador de arte colonial, Graziano Gasparini, ha publicado en el número de "Visión" correspondiente al 7 de octubre un artículo con el epígrafe de "Los desastres de la reconstrucción", pletórico de insidia. No persigue abrir un debate en términos ponderables, dado que el móvil es de índole puramente personal. Rezuma rencor a todas luces, escudado en aparente tecnicismo. Sucede que en 1966 emití un informe desfavorable a él, porque había sido propuesto para integrar una comisión de un organismo internacional como "experto" en turismo, que significaba la jugosa percepción de 6.000 dólares por la permanencia de un mes en nuestro país. Esto en atención a que no era especialista en tal materia y tampoco arqueólogo dedicado a la investigación del período precolombino. Desde entonces abriga un resentimiento superlativo, fenómeno descrito en magistrales páginas por Max Scheler como autointoxicación psíquica. "El punto de partida más importante en la formación del resentimiento es el impulso de venganza", puntualiza el citado autor, coincidiendo con Federico Nietzsche que con precedencia enfocó el tema. La intención del artículo se dirige en este sentido, la búsqueda del desquite a cualquier costo. Pretende en su alicorto panfleto achicar y echar sombras al trabajo que efectúa el Centro de Investigaciones Arqueológicas en Tiwanaku, con argumentación completamente deleznable y endeble, pero en la que hormiguea el gusano del odio alquitarado.

Cabe dejar claramente sentado que Gasparini no es autoridad en arqueología ni en el estudio del período precolombino, menos aún de la región andina. Su campo de acción radica en la historia del arte colonial, de suerte que su opinión carece de validez en terreno fuera de su competencia específica. La ciencia en el momento actual exige especialización y quien incursiona en disciplina ajena impelido por sentimientos distorsionados no cumple la ética del investigador. Y aquí viene a memoria la frase acuñada por un prestigioso escritor: "La envidia hace la tarea mayor: desvía intenciones y propósitos, silencia lo esencial, relieva lo accesorio, busca reducir el diamante a carbón".

Gasparini hoy en día ataca a machamartillo a quienes trabajan en Teotihuacán en México y en Machu Pichu en Perú y con desorbitada saña a los que hemos consagrado los mejores años de nuestra vida a la investigación de la cultura indígena de Tiwanaku. Olvida, sin rubor alguno, que él mismo escribió en 1962 en el número 44 de la revista "Shell", el siguiente párrafo transcrito literalmente y que constituye la mejor defensa: "Desde 1957 el gobierno boliviano creó con gran acierto el Centro de Investigaciones Arqueológicas en Tiwanaku que con gran entusiasmo dirige el arqueólogo Carlos Ponce Sanginés, quien con métodos científicos y una experta colaboración de técnicos, va estableciendo poco a poco la real cronología y la investigación minuciosa de toda el área". Exponente tangible de lo que puede promover la reconcentrada inquina, dado que el parágrafo de Gasparini refuta a Gasparini, destruye su reciente artículo en que quiere forjar una imagen peyorativa, mostrarnos a guisa de conjunto de salvajes e ignaros, como si hubiera algo vergon-

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zoso e innoble. Falta tan sólo que solicite mi ajusticiamiento o la reinstalación de la inquisición para quemarme vivo en la hoguera. Empero, con anterioridad se esmeraba en prodigarme alabanzas…

Gasparini, con malicia, omite la enumeración de todo cuanto se ha investigado con éxito en el plano científico desde que se fundó el CIAT y que se ha registrado en una decena de libros muy bien recibidos en todos los círculos de arqueólogos de América Latina. Acaso para evitar la comparación, en atención a que él jamás ha publicado ningún libro sobre arqueología ni hizo nunca una excavación, ni siquiera somera. Su minúsculo instituto de Caracas –insisto- se enfrasca en la órbita del arte colonial, no en lo prehispánico.
El trabajo en el templo precolombino de Kalasasaya se halla muy avanzado. Falta prácticamente la excavación del sector NO y de las estructuras del patio interior, así como la desyerba y la limpieza del piso del terraplén. Se lo ha efectuado con indudable sacrificio y con recursos económicos reducidos. Sin embargo, conforma el de mayor magnitud en Suramérica. Se lo empezó en 1965 y puede ser concluido el primer trimestre de 1973. Esta circunstancia ha desatado multitud de intereses, tanto en el extranjero como locales, que no descansan en sus tentativas de paralizar la labor a toda costa y siembran obstáculos persistentes. Desean que Bolivia no tenga a la vista un templo tiwanacota realmente imponente, con superficie equivalente a la mitad de la extensión total de Machu Pichu. Valga la oportuna advertencia. De ahí se explica plenamente la afirmación de Gasparini, que refleja su venenoso e íntimo deseo de aniquilación: "Es urgente una intervención oficial a fin de paralizar esos trabajos"... Lógicamente tan descabellado anhelo merece una sonrisa.

Conviene plantear previamente un interrogante. Si Gasparini se encuentra tan preocupado por el patrimonio cultural de Bolivia, ¿por qué no hizo también una declaración pública condenando el saqueo de cuadros y otros objetos coloniales que se está operando, ya que el período virreinal es su rama de actividad? ¿Será acaso porque se ha señalado que en Caracas se localiza el núcleo de "expertos"' que maneja ese tráfico clandestino? Esta omisión ciertamente induce a serias conjeturas, ya que cuando menos ese mutismo denotaría encubrimiento.

3.   La entrada de Kalasasaya

Ahora bien, Gasparini objeta en concreto la restauración de la entrada de Kalasasaya y de la llamada pared halconera. Se desprende entonces su conformidad con la ejecutada en el Templete semi-subterráneo, que dígase de paso se la ha realizado con técnica genuinamente depurada y ejemplar. Asimismo, con todo el resto de la restauración de Kalasasaya, que se ajusta a los mismos patrones. En vista de la limitación de espacio, me circunscribo a la exposición del meollo para justificar ambas restauraciones, ofreciendo para próxima oportunidad información más extensa.

La escalinata de acceso al templo terraplenado precolombino de Kalasasaya, situada en el lado oriental, durante el siglo XIX no se hallaba visible sino bajo tierra. Se conserva una fotografía de 1896 que demuestra lo anterior. Con ulterioridad, en 1903 la descubrió por casualidad el geólogo Courty en la excavación que practicó allí. Créqui-Montfort, jefe de la misión francesa a la que pertenecía aquél, estampó en 1906 corto informe donde anoticiaba el hallazgo, aunque no consignó con
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amplitud los datos correlativos a la excavación como era menester. Sin embargo, señaló que la cubría una capa de tierra de 1.50 metros de espesor. Así permaneció despejada desde entonces.

Tan pronto como inició sus labores el CIAT se procedió al relevamiento cuidadoso y se registró en un plano en escala 1/20 todo cuanto concernía a la misma. Se numeró cada una de las piedras allí yacentes, con un total de 33. Se practicó por añadidura nivelación instrumental para determinar la exacta altura de las mismas, inclusive con relación a un bench mark como referencia, del que se conocía con certeza su altitud sobre el nivel del mar. Se tomó varias fotografías, para completar la documentación gráfica pertinente. La evidencia comprobó que se trataba de una escalinata recta de siete peldaños, los dos superiores esculpidos en un sólo bloque, ubicada entre los pilares P-47 y P-48. En la meseta de ella se apreciaba con nitidez que una parte estaba afectada fuertemente por el intemperismo y otra no. La última de contorno regular, con ángulos perceptibles y conformando figura geométrica. Permitía reconocer que sobre la meseta se había erigido antaño una sólida construcción de gruesos bloques labrados, los cuales innegablemente impidieron con su cara inferior el consiguiente desgaste por acción de los elementos naturales. La porción erosionada por el contrario denotaba que encima no se había colocado ningún lito y por tanto estaba libre. Se identificaba con facilidad la planta de una estructura maciza, cuyas dimensiones se adecuaban perfectamente a un módulo equipolente a 13 cms. de nuestro sistema y que concordaría con una medida de longitud de la metrología tiwanacota. La distribución, por consiguiente, de ninguna manera antojadiza, sino bien planificada. Resaltaba que otrora originalmente existió una portada monumental con su vano y con sus jambas en retallo. En consecuencia, irrebatible la planta de la portada y se puede testimoniarla cualquier instante a través de planos y fotografías.

Negarla entraña una majadería, propia de quien se cubre los ojos con las anteojeras del encono más inverecundo.

El plano de Posnansky (cfr. tomo III, fig. 24 de su obra principal), coincide por entero con el trazado por el CIAT. De manera concomitante el mencionado autor aseguró en 1945: "Hubo sobre la plataforma una superestructura". "Aún en la época de la conquista llevaba parte de aquella edificación sobre la plataforma de la escalera y los bloques que la formaban fueron empleados por el funesto destructor de aquella época en que se edificó la iglesia del pueblo". Que tomen nota los panegiristas del colonialismo español.

En 1937 Edmund Kiss en su libro "Das Sonnentor von Tihuanaku" (fig. 29), apoyándose en el plano de Posnansky diseñó una restauración ideal de la escalinata, mostrando la monumental portada, con mínima diferencia con la restauración verificada por el Centro.
Ahora bien, para determinar la altura de la portada se contaba como elemento de juicio los recortes en el tope de los pilares 47 y 48, que posibilitaban el ensamble del sillar respectivo de la hilada superior de la pared lateral, de la cual también perduraron señales clarísimas. Era obvio el uso de dintel, más aún si se tiene en cuenta que el dominicano Lizárraga allá por 1605 contempló puertas con dintel monolítico en las ruinas de Tiwanaku. La ubicación de éste se corrobora además por la observación astronómica. Acontece que en los equinoccios (21 de marzo y 21 de septiembre) el primer rayo de sol al amanecer sale exactamente al centro de la portada y junto al dintel. Si hubiera error quedaría cubierto (cfr. fig. 48 de mi reciente libro).
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En síntesis, la restauración de la entrada de Kalasasaya ha sido ejecutada en base a documentación. Ni arbitraria, ni fantasiosa. Se fundamenta (1) en la planta cuyos vestigios se perpetuaron de manera indeleble en la meseta de la escalinata; (2) en el módulo discernible, o sea acondicionado a patrón metrológico bien establecido; (3) en la altura comprobable por los recortes del tope de los pilares donde se ensamblaba la pared lateral; (4) en la observación astronómica; (5) en el dato aportado por un cronista que demuestra la presencia de dinteles monolíticos. Por tanto, cacarear que es producto del magín sólo puede hacerlo quien está enceguecido por odio recalcitrante, irritabilidad ahondada por sus conflictos familiares proclives a comentarios amargos.

Debo declarar ante la comunidad científica y ante el pueblo boliviano que he trabajado con seriedad, dedicación y metodología adecuada por la arqueología nacional y en especial por la conservación y estudio de la cultura de Trwanaku desde 1957. Lo he hecho con amor, patriotismo y honradez. Calladamente, sin los oropeles de la propaganda, sin mencionar las numerosas distinciones recibidas del extranjero, sin reproducir comentarios elogiosos. Luchando con constancia por conseguir incremento de los escasos recursos financieros asignados y difundiendo los logros alcanzados por esa estupenda urbe indígena siglos atrás. De ahí que no será un rufián y sus compinches que me arredren. Tampoco la ingratitud me amilanará, porque tengo plena conciencia de mis actos en el campo de la investigación del período precolombino del país. Mi actuación exitosa en congresos arqueológicos ha demostrado mi aporte, trasuntado en más de una decena de libros y otras publicaciones menores (cinco premiados con la faja verde a la mejor producción nacional científica en 1964, 1969, 1970, 1971 y 1972), con vasta circulación internacional. Y si antes no había un instituto especializado, ahora si lo hay, gracias al esfuerzo de mis colaboradores y al mío propio. Todos juntos vencimos condiciones duras y con retribuciones modestísimas; vivimos con humildad, pero con la satisfacción del deber cumplido con la patria. Entretanto los detractores se enriquecían a manos llenas al calor de la privanza y a su olfato para los negociados.

Y aquí a propósito cabe glosar un pensamiento de José Ingenieros: "La dicha de los inteligentes martiriza a los eunucos vertiendo en su corazón gotas de hiel que Io amargan por toda la existencia. Las palabras y las muecas del envidioso se pierden en la ciénaga donde se arrastra, como silbidos de reptiles que saludan el vuelo sereno del águila que pasa en la altura. Sin oírlos".


4.   La pared balconera

En lo atinente a la llamada pared balconera (o Chunchukala según la topo-nimia local), Gasparini con mala fe de inquisidor enreda las cosas. Presume que consistía tan sólo en un alineamiento de menhires y que todo lo demás es fruto de nuestro caletre.
Conviene apuntar que la excavación sistemática practicada en ese sector evidenció la presencia de un muro pétreo compuesto por diez gigantescos machones (numerados como P-147 a 138 en el plano), nueve erguidos y uno desplomado (P-139). Asimismo que los mismos descansaban sobre un zócalo de grandes y pesados bloques de arenisca roja, dispuestos en sentido horizontal, todos intactos salvo el que correspondía al pilar caído y que se hallaba quebrado. No se localizó
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[pág. 80, reverso de ilustración, en blanco]


cimiento propiamente dicho, de suerte que los referidos bloques se apoyaban de modo directo encima del suelo primitivo. Ahora bien, junto a los machones 147, 146 y 143 yacían sillares in situ. Demostración patente de que en el espacio que mediaba entre uno y otro pilar se dispuso antaño sillares acomodados en hiladas y trabados valiéndose de cuñas líticas rectangulares introducidas en muescas labradas ex profeso. Tan ingenioso artificio servía para mantenerlos firmes, exponente acertado de la tecnología tiwanacota que permitió resolver el problema con elegancia. Cumple agregar que en sus caras laterales los machones poseían una especie de ranura o rebajo vertical para el ensamble de la lengüeta de los sillares que empalmaban. Se puede asegurar que el muro tenía solidez considerable. Además, en el tope de los pilares se divisa recortes, en donde encajaban a presión sillares, de modo que las hiladas alcanzaron con seguridad hasta la indicada altura. Así como perduró parcialmente el paramento exterior, aconteció algo semejante con el interior.

Se cuenta al efecto con fehacientes y minuciosos planos en escala 1/20, dibujos y abundantes fotografías que documentan gráficamente, fuera de las notas de excavación que conforman el registro escrito. Se puede, por consiguiente, enunciar sin asomo de duda que la llamada pared balconera fue imponente muro lítico, compuesto por pilares de andesita negruzca y de hiladas de sillares de andesita de tono claro en el espacio intermedio entre ellos, percibiéndose un contraste de color, más vigoroso antaño cuando el intemperismo afectó menos. También confirmada la presencia del zócalo de litos de arenisca roja.

Era necesaria la restauración en atención a que siendo el templo de Kalasasaya terraplenado, la tierra corría el riesgo de ser arrastrada desde la plataforma hacia afuera por acción pluvial y desmoronarse. Asimismo, si se dejaba los pilares aislados con sólo la cantidad de sillares que perduraron, corría peligro también la estabilidad de los mismos. Por último, se posee suficientes elementos de juicio para conocer con precisión que el muro tenía hiladas de sillares. El material con que se completó es también andesita y se distingue perfectamente del antiguo para evitar confusión. En consecuencia, es ingenuo hablar de falsificación. El procedimiento adoptado usual en cualquier restauración arqueológica. Me remito a la multitud de edificios prehispánicos restaurados en México y Guatemala. La restauración es permisible para completar aquello que faltaba a un monumento arqueológico y sobre el cual se tiene la documentación pertinente que sirve para conocer sus características. Así conserva su unidad potencial.

No está por demás asentar que durante la excavación del mencionado sector, se descubrió una capa de astillas de andesita, que correspondía al momento en que los españoles convirtieron el muro en una especie de cantera para extraer y cortar material lítico para sus edificaciones, quizá para la construcción de la iglesia del pueblo. Los pilares se salvaron por la dificultad que entrañaba trizarlos. Esto sucedió aproximadamente en la primera mitad del siglo XVII. Varios de los cronistas coloniales describen con admiración el referido muro, con precedencia a su devastación. Acerca de las depredaciones hispánicas en Tiwanaku para proveerse de piedras de las ruinas, es ilustrativo el relato pormenorizado del obispo Castro y del Castillo (1651).

La diferencia entre el muro en cuestión y los muros de contención norte, sur y parte del oeste de Kalasasaya radica en que fue erigido en la época IV de Tiwanaku, cuando llegó a su apogeo la perfección arquitectónica, en tanto que éstos datan de la época III en que la ejecución era más tosca.
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No se ha incurrido en ningún despropósito. Tampoco se ha cometido la infracción de normas convencionales. Empero, se debe acotar que todavía no existe un manual amplio de restauración arqueológica de edificios precolombinos, con cuerpo de prescripciones detalladas y exhaustivas. Igualmente, los países latinoamericanos tampoco han signado oficialmente ningún convenio sobre la materia. Solamente se cuenta con algunas declaraciones sobre monumentos "históricos" y a nivel de técnicos, muy elementales y a veces hasta con pasajes confusos. Es obvio que en tal aspecto no tengo responsabilidad, ya que se trata de un esfuerzo que precisa el concurso de todos los estudiosos del período prehispánico que moran en el nuevo continente.

La restauración arqueológica es todavía un arte, en contraposición con otros capítulos de la arqueología de cariz íntegramente científico. Hasta ahora funciona en base a la aceptación de algunas normas a las que se adhieren los interesados; de enunciados que se cree bien fundados, que en el fondo conducirían a una tesis fáctica y de lineamiento convencional. Susceptibles los postulados de modificación en cualquier momento. La restauración es un modelo probable, por consiguiente sujeto a un grado de credibilidad y a un grado de dudosidad (para utilizar palabras de Russell). No tiene todavía una teoría de validez universal y queda muchísimo por elaborar en los aspectos lógico y epistemológico, así como deslindar sus concomitancias con los juicios de valor. De ahí se desprende que no se ha dicho todo sobre ella, que deriva en absurdo entenderla como dogma. Es evidente que han variado conceptos desde los decenios precedentes y que se irán modificando en el futuro. No se puede negar también la vinculación de los monumentos con la idea de función social que deben desempeñar, que de seguro se intensificará en el porvenir.

La restauración conlleva siempre algo de controversial, ya que depende de saber hasta donde llevarla. "Es más seguro hacer muy poco; el que nada arriesga nada pierde, pero tampoco gana nada. Estas demasiado tímidas dejan el edificio en tal estado de ruina, que casi de nada sirven y sólo lo conservan. Hay que recordar que lo que nos interesa no es una ruina, sino el edificio tal como era en sus buenos tiempos". "De ahí que la restauración persiga dos fines fundamentales, además de otros secundarios: conservar el edificio o ciudad para el futuro; es decir, conservar nuestro patrimonio artístico y permitir al visitante entenderlo, enseñándoselo lo más parecido posible a lo que fue antes de su abandono. El arqueólogo tiene la obligación de dejar sus monumentos en una forma inteligible al visitante no especialista, que incluye desde el prehistoriador hasta el simple turista". Y estas frases las rubricó un insigne arqueólogo mexicano, Ignacio Bernal, cuya labor se aprecia en Monte Albán (Oaxaca).

Cada edificio prehistórico tiene problemática propia y la restauración por tanto sus peculiaridades intrínsecas a cada uno. No se puede englobarlos a todos como una unidad ni pasarlos por el mismo rasero. Tampoco son similares los de data precolombina y los históricos que pertenecen a la colonia. Las pautas para ambos no pueden ser asimismo idénticas. De lo expuesto se infiere que se requiere criterio flexible, no cerrado y enceguecido como el de los inquisidores fanáticos.

Las observaciones de Gasparini han sido confutadas. Rutinarias y fruto de la mediocridad y del resentimiento. "Los rutinarios razonan con la lógica de los de-
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más. Disciplinados por el deseo ajeno, encajónanse en su casillero social como reclutas. Son dóciles a la presión, maleables bajo el peso de la opinión pública que los achata como inflexible laminador. Reducidos a vanas sombras, viven del juicio ajeno; se ignoran a sí mismos, limitándose a creerse como los creen los demás. Los hombres excelentes, en cambio desdeñan la opinión ajena, en la justa proporción en que respetan la propia, siempre más severa".


La Paz, noviembre de '1972.
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Nota: Reproducido de "El Diario" (Suplemento Literario), La Paz, 12 de noviembre de 1972, páginas 3 y 4. Asimismo en "Los Tiempos", Cochabamba 26 de noviembre de 1972, Segunda Sección. Por último, en la revista "Pumapunku", número 5, páginas 69-83, La Paz, diciembre de 1972.

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Principales publicaciones de Graziano Gasparini sobre arquitectura Tiwanaku e Inka:


1962
Visión arquitectónica de Tiwanaku
Revista Shell, Caracas, N° 44, pp. 11-24


1963
Antes de los incas: Tiwanaku
Universidad Central de Venezuela, Facultad de Arquitectura y Urbanismo, 26 p.


1977
(coautoría: Luise Margolies)
Arquitectura inka
Caracas : Universidad Central de Venezuela. Centro de Investigaciones Históricas y Estéticas, 357 p.


   
    descarga


1980
(coautoría: Luise Margolies)
Inca architecture
Bloomington : Indiana University Press, 350 p.




2015
Elogio de la piedra : lo creativo en la arquitectura Inca
Cusco : Dirección Desconcentrada de Cultura de Cusco, 147 p.








domingo, 24 de noviembre de 2019

Tullupampay: expresión popular por las almas


Por: Manuel F. Perales Munguía
Arqueólogo

Tradición:
El 03 de noviembre de cada año se celebra 
esta misa extraordinaria en honor 
al “panchito” que custodia el hogar


«Entierran (…) con estos cuerpos [de sus difuntos] todas las comidas secas que ellos usan—y échanles açua en la sepultura, que es su bebida—, llamándolos por sus nombres». Con palabras como éstas el clérigo español Bartolomé Álvarez describió las prácticas de veneración a los difuntos entre las poblaciones indígenas de los Andes en 1588, a puertas del inicio de las campañas de extirpación de idolatrías con las que la Iglesia Católica de entonces buscó destruir las religiones nativas en esta parte del continente.

La cabeza humana


Poco antes, en 1583, el licenciado Juan Polo de Ondegardo, en su Instrución [sic] contra las ceremonias y Ritos que usan los Indios, anotó algo importante sobre las poblaciones andinas antiguas: «Creen (…) que las cabeças de los difuntos o sus phantasmas, andan visitando los parientes, o [sic] otras personas en señal que han de morir, o les ha de venir algún mal».

Sin duda, este testimonio nos remite a la importancia simbólica de la cabeza humana en los Andes precoloniales, en el plano religioso, pero también político y social, como arqueológica y etnográficamente han documentado los trabajos recientes de Denise Arnold y Christine Hastorf para el caso boliviano, donde cada domingo posterior al Día de Todos los Santos muchísima gente lleva a sus “ñatitas” (cráneos humanos que guardan en sus hogares) a “oír” misa y recibir el agua bendita, todas engalanadas con flores, como también ha reportado Gerardo Fernández.

Celebración tradicional

El carácter pan-andino de las citadas prácticas de veneración a los difuntos, y particularmente a los cráneos humanos, se expresa en la existencia de rituales como la misa de Tullupampay, celebrada el 03 de noviembre de cada año, en el cementerio antiguo del pueblo de Chongos Bajo, en el Valle del Mantaro. Vinculada a una antigua costumbre local en torno a la limpieza del cementerio y al re-enterramiento de osamentas humanas halladas como producto de dicha actividad, en la actualidad, esta celebración tradicional congrega a numerosas personas de la zona que todavía mantienen una arraigada creencia en el poder protector de los cráneos humanos que conservan en sus hogares.



Tales cráneos, o “almitas”, pueden ser de parientes, o simplemente de gente desconocida. Es por esto que se les suele llamar por su nombre, o sencillamente “panchitos” y “avelinos”.

Almita guardiana
Estudios realizados por el investigador Agustín Rodríguez y el suscrito sugieren una estrecha relación de reciprocidad entre el “almita” y la persona que la guarda en su vivienda. Aquélla se revela en sueños y a través de ciertas manifestaciones especiales en la vida cotidiana, y mientras es cuidada con cariño y sobre todo con fe, brindará protección frente a robos que podría sufrir la casa o hasta las sementeras. En otras ocasiones puede anunciar la ocurrencia de ciertos acontecimientos, asustar al incrédulo e incluso favorecer el triunfo en alguna actividad profana como un partido de fútbol. De algún modo vemos que en todo esto existe relación con las creencias observadas por Polo y Álvarez hace más de cuatrocientos años.


Por otro lado, en la perspectiva desarrollada por Manuel Marzal y otros autores, la misa de Tullupampay representa un ejemplo único de catolicismo popular que se ha desarrollado vigorosamente a partir de procesos peculiares de sincretismo cultural y religioso, donde elementos andinos y cristianos occidentales se han imbricado de modo complejo. Por ello, esta manifestación debería ser investigada a fondo y reconocida como Patrimonio Cultural de la Nación. Confiamos en que así sea pronto.

Fuente: Revista Gato Negro (en línea), Lima, 3 nov. 2019
https://www.revistagatonegro.pe/tullupampay/ 




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martes, 10 de septiembre de 2019

"Aguardiente y vino puro..." - zamacueca tradicional del Perú

De la Zamacueca al Canto de jarana bailado (Marinera) y Resbalosa Canta: Gustavo Urbina (del conjunto "Tradición limeña", fundado en 1960)



LETRA: (Marinera) Aguardiente y vino puro ayayay, dicen las antiguas leyes Morenita agua que, toman los bueyes ayayay, que tienen el cuello duro ayayay, ¡aguardiente y vino puro! Once las letras son del aguardiente ya lo sabe el curioso, ayayay, impertinente once las letras son, ayayay, del aguardiente Del aguardiente madre, si no tomara, la garganta de pena ayayay, se me secara rico, rico piquito, ayayay, dame tu pico (Resbalosa y fuga) De los aires nacionales de la América del Sur ¡no hay como la marinera que se baila en el Perú! Tiempla un zambo la guitarra, con los redobles de cajón y a voz en cuello reclaman: "¡agua pa' la caballada!" ¡Mándame quitar la vida, si es delito el adorarte! Pobre soy porque no tengo, la dicha del poderoso, como amante soy dichoso, y en mi dicha me mantengo Malhaya, quién dijo amor, cómo no dijo veneno. Tiéndeme la cama, arregla el colchón, ¡luego tú me pasas mi rico pan de Guatemala! ........................ Sobre el riquísimo legado poético popular criollo, plasmado principalmente en cantos de jarana y amorfinos, consultar este trabajo de Pepe Bárcenas, "Su Majestad la marinera": http://www.mediafire.com/download/96t... .......................... Sobre la llegada de la zamacueca a Chile citamos: "Respecto a los bailes de chicoteo, recordamos que por los años de 1812 i 1813 la zamba i el abuelito eran los más populares; ambos eran peruanos. San Martín con su ejército, 1817, nos trajo el cielito, el pericón, la sajuriana i el cuándo, especie de minuet que al fin tenía su alegro. Estos últimos bailes podrían mirarse como intermedios entre los serios i los de chicoteo; pues no daban lugar a las desenvolturas que se ven en los otros, que nos vinieron del Perú desde el año de 1823 hasta el día. [Al salir yo en mi segundo viaje a la república argentina en mayo de 1824, no se conocía este baile. A mi vuelta en 1825 ya me encontré con esta novedad] Desde entonces hasta hace diez o doce años Lima nos proveía de sus innumerables y variadas zamacuecas notables o ingeniosas por la música, que inútilmente tratan de imitarse entre nosotros. La especialidad de aquella música consiste particularmente en el ritmo y la colocación de los acentos, propios de ella, cuyo carácter nos era desconocido, porque no puede escribirse en las figuras comunes de la música" (José Zapiola, "Recuerdos de treinta años". Santiago 1872-1874, pp. 87-88)

http://www.memoriachilena.gob.cl/602/w3-article-94995.html









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miércoles, 3 de julio de 2019

"Más cariño al pisco"

Nota aparecida en El Comercio a fines de junio del 2019


Controversia
La presencia de un engañoso producto chileno (Grupo Luksic de Chile) hizo que nuevamente nuestro destilado reclame atención, por la urgente protección de nuestra denominación de origen.


Catherine Contreras

La alarma que saltó hace unas semanas sigue sonando, y al parecer nadie contesta eficazmente a ese llamado de alerta.  Un spot publicitario presenta un punteo de guitarra criolla, un destilado de uva quebranta, una bodega pisquera, y un "cusqueño sour" que no ha sido hecho en el Perú.  En Chile se comenzó a comercializar un producto controvertido, situación que nuevamente lleva a ahablar de un tema irresuelto.  Y es que más allá de la publicidad engañosa, el problema que salta a la vista es que la denominación de origen (DO) Pisco sigue demandando clara medidas de protección..."

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"La papa"

30 de mayo, día nacional de la papa en el Perú

Ezequiel Arce y su cosecha de papas (1934), Qatca, departamento de Cusco
© Archivo fotográfico Martín Chambi
(foto tomada de esta página)



PAPA

Papa «Amarilla» y «Yungay»,
papita «Blanca» y «Tomasa»
(alimento de las casas)
en nuestros campos, ¡siempre hay!
Son sabrosas, ¡Ayayay...!
igual que «La peruanita»,
que al cocinarla, hervidita,
(con su sal y mantequilla)
¡da un puré de maravilla!
que se hace agua la boquita.

Para guiso y también frita
la «papa negra» es la voz,
sea sola o con arroz,
no habrá alguien que no repita.
De delgada cascarita
es nuestra «papa Rosada»,
que suele ser apropiada
para la «papa rellena»,
aunque también es muy buena
para un «locro» o ensalada.

En el llano o en la quebrada
crece la «papa Tarmeña»,
que pa’ la «causa limeña»
sin duda, es más deseada.
Otra que no es superada:
La «Huamantanga» ¡señores!
de los mejores sabores
y de apariencia sencilla,
aunque por dentro amarilla,
es un primor de primores.

Deliciosa y engreída,
del norte: la «Huagalina»
¡Qué cosita más divina!
sienta con cualquier comida.
La papa «Huayro» es querida
con un choclo y su quesito,
y un complemento exquisito
si se hace una pachamanca
o en un «chunchulí» con panca,
si falta, sí es un delito.

Con variedad de colores,
¡Papa de América oriunda!
criada en la tierra profunda,
por fuera, muestras tus flores...
Es cuando los labradores,
cual parteros con sus manos
(mujeres y hombres peruanos)
te sacan con regocijo,
porque saben que a sus hijos
los criarás fuertes y sanos.

Desde tiempos muy lejanos,
con tus pecas, tus hoyitos,
con tu cuerpo tan durito
¡luchaste contra villanos!
contra invasor o tirano
que al mundo le causó hambruna
(que envenenaron lagunas)
y a los hombres aun explotan...
pues como tú, ¡puños brotan!
por tu cuerpo, en llano y puna.

-Jinre-

(Jinre Guevara Díaz)











"gastronomia boliviana" "gastronomia ecuatoriana" "sopa de mani" "encebollado" "ceviche" "chayro" "lawa" "chupe" "locro"

sábado, 26 de enero de 2019

Chicherías cusqueñas

LA CHICHA ESTA FERMENTANDO
Por: María Luz Crevoisier M.
Periodista


El título evoca la obra teatral del arequipeño Rafael del Carpio Carrillo que fue puesta en escena por el grupo HISTRION en 1962.

Y si hablamos de chicha, especialmente de aquella bebida espiritosa hecha de maíz fermentado a la que se refiriera el Inca Garcilaso de la Vega en Los Comentarios Reales, coincideremos con el escritor arequipeño al decir que la chicha “revienta,” cuando ha llegado a su punto adecuado.
Pero chicha y chichería son sinónimas y en muchos parajes del Perú, se encuentran diseminadas por barrios y rincones fuera y dentro de las periferies urbanas. Las más conocidas son, desde antaño las del norte, Arequipa y Cusco.


foto de aquí

CON LA TRADICION EN LAS MANOS

Quien no ha conocido en Cusco aquellas viejas casonas en las cuestas de San Cristóbal o Santa Ana, con sus peculiares estilos mestizos en donde se albergaba una chichería tal como lo daba a conocer, la flor roja que pendía de una caña en el portón, anunciando cada tarde que ya estaba lista la tradicional bebida.

Las chicherías, rivalizaron en el pasado con las no menos tradicionales teterías, ubicadas por la cuesta de San Blas y en las calles de Concebidayoc, Mosoq Calle, Recoleta y otras. Estas tenían la peculiaridad de llenar de música el ambiente, desde una tetera silbadora que hervía sobre un bracero a la puerta del establecimiento. Adentro, se conjugaban en vistosos frascos, una serie de hierbas diversas puestas a macerar, como el ayrampu, hinojo, (). La modernidad acabó con ellas y solamente quedan algunas, pero sin ese ambiente que las convirtió en espacios únicos.

DOS ARTISTAS, DOS POSICIONES

Para acercarnos a las chicherías del tercer milenio en la ciudad puma, conversamos a dos de sus conspicuos asistentes: Fernando Bolívar Mendoza (Cusco 1968) reconocido ilustrador y artista plástico nos manifiesta que “En ellas aún se conserva la tradición y un tiempo dentro de la ciudad, pese a los cambios”.

Entre los artistas que la han retratado como alguna vez lo hizo en Arequipa Vinatea Reynoso con las de su localidad, se encuentran Edwin Chávez, Manuel Gibaja,Mario Curasi.
“Sin embargo, han perdido su ubicación y ya no es posible encontrarlas dentro de la ciudad, sinó en las periferies y la flor roja de antes, se ha transformado en una bandera de plástico”. El artista también nos informa que la antropóloga Eliana Llosa, alumna de la PUCP, realizó su tesis de graduación tomando como tema las teterías [sic. su tesis fue sobre las chicherías cusqueñas].
Mario Curasi Rodríguez (Cusco, 1967), especializado en dibujo y pintura, ha obtenido numerosos premios en reconocimiento a su labor artística y realizado diversas exposiciones dentro y fuera del país.


https://www.facebook.com/carlitos5080/


LA CHICHA EN LA SANGRE

“Desde muy niño estuve ligado a la chicha, viendo a mi abuela hacer la cosecha calcheo del maíz, deshoje y escogiendo aquellos granos de color amarillo a los que denominaba qori sara (maíz de oro) los quebesaba con reverencia”.

“Pasé noches enteras al costado del fogón viendo como mi madre hacía hervir el wiñapo (maíz molido con agua) y después dejaba caer el líquido sobre la paja y la guardaba en un tomín de barro denominado raki”. La borra, es decir lo que quedaba y se llamaba sutuche, servía para la alimentación de los cuyes, que en las chicherías de antaño, pululaban entre las mesas.

“Estando en mi comunidad de origen, Pamapachulla, sector de Balaypata (también denominado Lorenza Baylapata) en la provincia de Urcos; fui testigo de cómo la chicha estaba vinculada a la vida del campesino. Desde el sembrío, aporque, cosecha, en el “señalacuy” de las ovejas y como parte del rito “ñawicha” (el hallazgo de un grano grande que era denominado el ojito de la chicha). La bebida se sacaba del raki con un wink`o , es decir una media calabaza seca que hacía las veces de cucharón y en forma repetida para que hiciera espuma antes de servirla en unos vasos de cerámica con forma de keros o en aquellos con una cara en relieve o en los de la cerveza cusqueña.”

Cuando la familia se fue a vivir a Cusco, se establecieron en el Jr Quispicanchis como otras en barrios con los nombres de su procedencia. En muchas se aperturaron chicherías, así en los barrios de Progreso, Tahuantinsuyo, Ttío, Zarzuela, Progreso, Viva el Perú”.

“A las cuatro de la tarde era el horario de nuestra reunión”, recuerda Mario evocando sus clases en la Quiste Ttito. Alguien pasaba de salón en salón repitiendo la consigna:”Ya es la hora, ya es la hora” y todos en grupo se iban al Garaje (en Saphy) , o Las tejas en Pumacurqo, la Cuchipaya en Siete Angelitos (San Blas) , Latapunku, la Eva (Arco pata), la Blanquita (Queswa) , la lunareja (Santiago), La rocola (Progreso) , el Club (Quera)”.

“El itinerario se iniciaba con una chicha fuerte en El Canchón, para seguirla en La Vilma (desaparecida) y rematar en La Manuela, conocida también como La Ignorante o Los Cuatro Suyos”.
“Cada rincón, tiene sus propios asistentes y en La Manuela se concentran los artistas e intelectuales en donde urden sus planes y programas culturales. Soy testigo de ello”.

En las chicherías (al artista le gusta decir también picanterías) el famoso picante servido en un platillo chico y consistente en mondonguito, locro, estofado, nabo, papaliza, mote, solterito junto al uchucuta, ese ají tan típicamente cusqueño.

Muy de cuando en cuando, algún músico extraviado en el tiempo llega a uno de estos lugares para deleitar a los concurrentes con huaynos y piezas del repertorio latinoamericano, quizás un yaraví. Pero generalmente ahora se escucha música de rocola, “chicha casi siempre, aunque también boleros, los tradicionales huaynos del Jilguero del Huascarán, Flor Pucarina, los Errantes de Chuquibamba, combinados con alguna salsa y rock. Es que los tiempos cambian, nos dice Mario Curasi”. FIN

Acotamos que existen otras clases de chicha: así de quinua denominada teqte, piña, maní, etc.

https://www.facebook.com/marialuz.crevoisiermendizabal/posts/10218799023952845 



lunes, 10 de diciembre de 2018

Mazamorra de Llipta (Perú)

La mazamorra de Llipta, una de las mazamorras de maíz más tradicionales de Ayacucho,  que sigue encantando al paladar pese al paso del tiempo y a la competencia de otros platillos mazamorreros igualmente exquisitos.  También se saborea en el departamento de Huancavelica.

Esta mazamorra se hace con agua de ceniza y es elaborada con la más fina paciencia. Sixta Gómez Cusi  cuenta que para la preparación de esta agua de ceniza se pone la ceniza con agua hervida, la hace reposar y finalmente, cuando toda la ceniza está en el fondo, desliza el agua con sumo cuidado. Sixta pone énfasis en este proceso ya que será clave en el sabor y el color característico a la mazamorra.  El "Paru Sara Sara" usado para espesar, es un maíz andino de color rojizo, propio de la zona.

Otro ingrediente curioso en esta preparación es la sal, que junto a yerbas aromáticas como el hinojo, toronjil, manzanilla, ortiga, entre otras, amén de su toque de anís, resaltan el sabor de este dulce

Un chorro de leche sobre el dulce ya cocido y servido, hace la otra característica peculiar de este dulce


MAZAMORRA DE LLIPTA 

Ingredientes
• Una taza de harina de maíz ll ipta
• Una cucharita de anís molido
• Una cucharita de canela molida
• Dos cucharas de agua de ceniza
• Ramitas de hierbas aromáticas (manzanilla, toronjil, hinojo)
• Una rodaja de cáscara seca de naranja y pizca de sal de cocina
• Media tasa de leche fresca

Preparación
Diluir la harina de maíz llipta en agua fría.
Hervir  cuatro tasas de agua juntamente con las hierbas aromáticas y cáscara de naranja hasta
que adquiera una coloración verdosa. Colar esta agua.
Agregarle el anís y la canela molida. Agregar el azúcar a gusto y hervir un rato (unos 3 minutos).
Agregar el maíz diluido removiendo constantemente.
Agregar agua de ceniza hasta que tome el color amarillento.
Hacer hervir por unos 24 minutos moliendo constantemente
Servir en platitos de mazamorra y agregar un chorro de leche tibia o fresca



















Homenaje al Perú: "Los anticuchos"

El famoso Duo Los Compadres de Cuba radicó en el Perú por casi 3 años, viajando por  todo el pais deleitando con su musica.

 "Los anticuchos"  es un tema que dedicaron al Peru.   Augusto del Callao ejecuta  maestralmente el tres cubano.


 Los anticuchos
(son)

Qué ricos son, qué ricos son, los anticuchos
Qué ricos son, qué ricos son, los anticuchos
Cuando llegamos a Lima
la capital del Perú
vimos con (...)
las aguas el río Rímac

Qué ricos son, qué ricos son, los anticuchos
Qué ricos son, qué ricos son, los anticuchos

Qué ricos son los anticuchos, 
peculiar plato peruano
Qué ricos son los anticuchos, 
popular plato peruano
y como somos como hermanos
¡por eso me gustan mucho!

Qué ricos son, qué ricos son, los anticuchos
Qué ricos son, qué ricos son, los anticuchos

Una chica me miró
con unos ojos traviesos
y me dijo me comiera "como si fuera anticucho"

Qué ricos son, qué ricos son, los anticuchos
Qué ricos son, qué ricos son, los anticuchos

Me invitaron a comer
los famosos anticuchos
y después que los comí 
¡me puse como un serrucho!

Qué ricos son, qué ricos son, los anticuchos
Qué ricos son, qué ricos son, los anticuchos

Yo quiero comer,  ¡anticuchos!
Qué ricos son, ¡anticuchos!
Yo quiero probar, ¡anticuchos!
Anticucho limeño, ¡anticucho!
Picantitos, ¡anticucho!

Oiga Rafaela, por favor, déme dos palos de anticuchos
pero legítimos, de corazón
y dos platos de picarones
pero deme un chorro (de miel) bien bueno ¿eh?, por favor

Oiga y a mí qué me va a dar
No, uno para mi y otro para tí chico
Ya, está bien

Anticuchos peruanos, ¡anticuchos!
¡Y para mí?
No, uno para mí y otro para tí, chico

Yo quiero comer, ¡anticuhos!
Qué ricos  son, ¡anticuchos!
Anticuchos peruanos, ¡anticuchos!
Qué ricos  son, ¡anticuchos!

¡anticuchos!
¡anticuchos!
¡anticuchos
¡anticuchos!

¡Qué ricos son!
¡y cómo pica!
Después, los picarones
Y después... ¡ vamos pa' la playa!
Qué ricos son, qué ricos son, los anticuchos
Yo quiero comerrrr....¡Anticuchos!






jueves, 1 de noviembre de 2018

Anticucho del Perú



Día Nacional del Anticucho: tercer domingo de Octubre
Mes  del Señor de Los Milagros, Mes Morado, mes del Turrón de Doña Pepa y de los Anticuchos

Los anticuchos se consumen  todo el año, en todo el territorio nacional, pero es en el Mes Morado cuando las calles de Lima  refulgen con particular intensidad  al calor de los braseros de carbón, sobre los cuales las  maestras  disponen los palitos o alambres con trozos de  corazón macerado, que se van sazonando con brochetazos de  aderezo (ají panca molido, ajo, vinagre y demás especias).  Gentes de toda condición social se aglomeran para recibir sus porciones, por lo general, dos palitos con papa sancochada, choclo, y diferentes  ajíes (llatan, uchucuta, ocopa...).  A pedido, se añade rachi o pancita, y choncholí, en el sur  peruano  se prepara también con la madrecita.

El anticuchero. Acuarela, c. 1850.  Pancho Fierro



"Anticuchera" - Teodoro Nuñez Ureta (c. 1970)

"Anticuchera" - Teodoro Nuñez Ureta (c. 1970)



"Mujer anticuchera" - pintura al aceite - Luis Palao Berastain



Anticuchera - Bruno Orezolli
(foto de aquí)







(foto de aquí)


Anticuchera de la "Asociación Señor de Los Milagros"
(foto de aquí)






Bolivia Cochabamba Sucre "La Paz" festival "dia del anticucho"