miércoles, 20 de junio de 2018

"El origen de los cinco preceptos fundamentales de la administración incaica" - M. Toribio Mejia Xesspe


El origen de los cinco preceptos fundamentales de la administración incaica

Plaza Manco Cápac (La Victoria, Lima)


Antes de la formación del Imperio del Sol, o sea el Tahuantinsuyu, es posible que las múltiples tribus que habitaron, por entonces, las cuatro regiones llamadas posteriormente Collasuyu. Chinchasuyu, Antisuyu y Contisuyu, llevaran una vida propiamente nómade, puesto que cada cual mantenía un vivir motu propio. Es asimismo inconcebible que las costumbres de cada una de estas tribus fueran distintas unas de otras, porque existían agrupaciones distinguidas unas por sus tendencias hacia el canibalismo, otras hacia la perversión sexual y otras dedica, das al ocio, al hurto, y demás vicios. Pero, cuando comenzó el señorío racional de los Incas, todas las tendencias malsanas de tales tribus fueron reprimidas progresivamente, primero por medio de amonestaciones y después por medio de severos castigos.

Entre la observancia peculiar de estas tribus resaltaban estas cinco tendencias: la mentira, el hurto, el ocio, el homicidio y la perversión sexual. Por la primera se engañaban o blasfemaban, sin motivo; por la segunda no respetaban los derechos ajenos; por la tercera se entregaban a una vida parasitaria, resultando de esta el instinto del latrocinio; por la cuarta revivían el instinto irracional del ser primitivo, el dominio del más fuerte y el sacrificio inhumano; y, por último, por la quinta, satisfacían los instintos sexuales del hombre cavernario. De estas causas resultaron por parte de los Incas, multitud de observaciones severas para reprimirlas, a fin de que, sometiéndose al juzgamiento legal, desapareciesen de la mentalidad de los conquistados todos aquellos instintos que obstruyesen el avance de la civilización incaica. De aquí nació la institución denominada napay-cuy, que quiere decir saludarse, o en otros términos, condenar a la execración pública todos los actos nocivos que contradicen la vida normal de los pueblos. Por eso se estableció el odio a las cinco tendencias, odio que repercutía incesantemente de individuo a individuo, en todos los ámbitos del imperio. Para esto el mayor tenía la obligación de proferir el saludo execratorio para que el menor respondiese en el mismo sentido. Así se decía ante la presencia de una persona: Amal lulla (¡No mentiroso!) Ama sua (¡No ladrón!), Ama ccella (¡No ocioso!), Ama sipix, (¡No asesino!), Ama maclla (¡No afeminado!) o Ama mappa (¡No pervertido!) (Colecc. Urteaga. Tomo III. 2da. serie, pág. 129.).  

Sentencias que equivalían a la "Ave María Purísima” de antaño, al "Buenos días” de hoy, y al “Santo y Seña" de la disciplina militar. Sólo por me¬dio de esta divulgación pública se llegaron a reprimir estas tendencias primitivas hasta el punto de desarraigar de la mentalidad humana, aunque no en su totalidad, todas aquellas acciones que indicaban el estado salvaje en que se encon¬traban.  En consecuencia, los cinco preceptos fundamentales de la administración incaico quedaron establecidos en esta forma:

Amal llulla (No mentiroso)
Ama sua (No ladrón)
Ama ccella (No ocioso)
Ama sipix (No asesino)
Ama mappa o macclla  (No pervertido o afeminado)


I AMA LLULLA

Esta sentencia parece que tuvo origen desde la época en que el hombre sintió el aguijón del engaño, la disipación de sus esfuerzos ante la irrealidad y el dolor, ante la ilusión. Por una y mil lecciones recibidas a través de la vida, es posible que la mentira haya sido tomada en cuenta como una de las cosas más graves, como un peligro mortal y como una de las acciones más abominables, por eso los Incas, guiados de una mentalidad superior, impusieron entre sus subordinados esta sentencia que, por si sola, revela la reprobación del acto. Sería inútil argüir sólo con razones las consecuencias de la mentira, así como sus represiones, cuando, tenemos a la vista pruebas manifiestas, gracias a la habilidad e intuición de los artistas primitivos, que nos demuestran claramente la sanción a la que eran sometidos los mentirosos.

Por la figura 30 de la lámina V, vemos que se trata de una mujer viciada en la mentira, pues, así nos lo revela el castigo a que fue sometida. Tiene los labios y la parte de la nariz mutilados, por un corte casi vertical. Además de la resignación que la anima, presenta uno de los pies (derecho) también mutilado, lo que prueba que ha sido una mentirosa propagandista, y que por ello se ve castigada en esta forma. Para corroborar esta interpretación basta recordar la sentencia vulgar de nuestros indígenas de hoy al tratarse de algún mentiroso. A los niños que mienten se les dice: simiyquitan cuchurccusccaiki (te voy a cortar la boca). Si el corte de los labios y la nariz no fueran mutilaciones directas podremos creer que tal vez sea el resultado de una gangrena producida por la quemadura hecha por la cáscara del huevo u otro objeto candente, pues en la actualidad la reprobación del mentiroso constituye con la siguiente amenaza: runtux-ccaranhuan simiykita rupar ccachisccaiki (con la cáscara del huevo te voy a quemar la boca). En cuanto a la inutilización del miembro inferior podemos decir de que con ella se ha querido evitar la propaganda de noticias inciertas. Si bien no se trata de mentiras, pudiera ser entonces de alguna blasfemia contra el Sol, contra el Inca, o murmuración sobre algún mandamiento real. Existen pueblos, en la actualidad, cuyos pobladores se ufanan con la mentira.


II AMA SUA

El estado de salvajismo en que vivían, faltos de una ordenada organización social y administrativa, hacía que todos los actos que realizaban fueran impulsados por la inconsciencia sin tener valor ninguno el derecho de propiedad. Por estos motivos ancestrales ciertas tribus llegaron a adoptar el hurto como una de las tendencias favoritas que más tarde, se hicieron hábitos inveterados y que, durante el reinado de los Incas, fueron objeto de severos castigos. A pesar de la inclemencia recaída sobre los delincuentes del latrocinio, jamás llegóse a desarraigar del espíritu de ciertos pueblos, pues sobrevivieron, salvándose con la desaparición del gobierno de los Incas. Durante el coloniaje, libres de una sanción severa, volvieron a revivir las tendencias de la apropiación ajena, hasta el punto de hacerse célebres, y que en la actualidad constituyen los denominados “bandoleros”, las mayorías indígenas.  Entre los habitantes que hasta hoy tienen fama de ladrones podemos citar a los Kanas, a los Lacachos, pobladores de las serranías de las provincias de Canas y Chumbivilcas del departamento del Cuzco, y a los de Chicmu en Talavera, provincia de Andahuaylas, departamento de Apurímac.  También podemos considerar como regazos de algunas tribus rapaces, a los habitantes de ciertos pueblos del departamento de Cajamarca. como los de Encañada.

Los castigos que se imponían a los ladrones, durante el gobierno eran, como decimos adelante, muy severos según el grado de los hechos.  En la primera falta se les amonestaba en público y si reincidían sometíaseles a la sanción correspondiente. Para averiguar el autor de alguna fechoría se recurría a los videntes llamados tapux, quienes enterados de los antecedentes del hecho y previas medidas tomadas en el lugar del suceso, realizaban la investigación por medio la coca. Si esta operación resultaba inútil recurrían entonces a la práctica de la brujería, por medio de la cual hacían aparecer al autor en la forma que habían previsto: el ladrón de maíz se conocía por la presencia de manchas blancas o negras en la cara y las manos, según haya sido el color del maíz robado; el de las papas era sindicado por la aparición de grandes ronchas en el cuerpo a semejanza de tales, así sucesivamente, iban conociendo todos los autores incógnitos, y en muchas ocasiones eran consumidos insensiblemente por el mal llamado chchakiyay, o sea la "muerte seca" (¿tuberculosis?). Para todas las investigaciones recurrían a la dactiloscopia, por medio de la cual deducían quién era el autor y la misma servía para fines brujeriles.

Un caso de estas investigaciones nos puede sugerir un cántaro en el que aparece un individuo con el cuerpo cubierto de tumores similares a las papas.


III AMA CCELLA

La despreocupación misma en que vivían dio origen a que la mayoría de las tribus llevasen una vida ociosa, hasta el punto de perecer, en ciertas ocasiones bajo la acción del hambre o por la infección causada por falta de higiene o energía. La incapacidad de poder sustentarse por medio del trabajo parece que les sugirió la idea de vivir a expensas ajenas, origen del hurto. En vista de esta tendencia marcada entre los pueblos primitivos, acaso fue, de parte de los Incas, la reglamentación del trabajo forzoso so pena de crueles castigos. Sin embargo, hubieron pueblos donde la holgazanería sentó sus bases y que por ello fue menester desterrarlos o exterminarlos, porque bien comprendieron los Incas que la inactividad era el atraso de la civilización, y para reprobarlos, los apellidaban públicamente según el estado de sus ocupaciones. Así se decía a los dormilones puñuysiki, a los lerdos, thapia o choxchi; a los desobedientes kkullu: a los inaparentes: mocco- maki, etc. Las mujeres eran más anatematizadas y de sus actividades dependía la felicidad del hogar. Actualmente hay pueblos donde los hombres son de todo trabajo, quedando las mujeres únicamente al servicio doméstico, pero también hay otros pueblos en que las mujeres hacen las veces del hombre, y éste ejecuta las veces de aquéllas, lo cual demuestra que había tribus en que los hombres vivían a expensas de las mujeres y otras en que éstas fueron sólo objeto de placer o adoración. Por la figura 25 de la lámina V, deducimos que el artista ha querido representar un caso de las mujeres incapaces de la actividad humana en llegando hasta descuidarse de su propia persona. Se trata, pues, de una de las lla¬madas usasapa (piojosa), cuya condición, por demás repugnante, atribuida a la ociosidad, más parece corresponder al tipo de las enfermedades mentales (?). Asimismo, la figura 28 de la lámina V nos demuestra un caso de las llamadas puñuysiki (dormilonas) en pleno desempeño de sus obligaciones y que, a través de la intención del artista, nos sugiere la idea de representarnos un tipo letárgico (¿catipnosis?).

En resumen, el ocio, tendencia secundaria o patológica, durante el gobierno Incaico ha sido de sabias y severas reprimendas, obteniéndose por ellas el desarrollo admirable de la agricultura, fuente de la vida, la perfección de las artes e industrias y la constitución sana y fuerte de la raza.


IV AMA SIPIX

La superioridad física y mental, desde tiempos remotos, ha sido el origen del odio y la venganza acompañado de su corolario, la eliminación por medio de la muerte. Desde entonces la criminalidad sin castigo, llegó a hacerse común hasta convertirse en festín. El dominio del más fuerte se impuso entre los débiles, resultando de ello el modus vivendi. Así entre luchas insensatas surgió el señorío de los Incas con sus leyes magnánimas para los buenos y recompensas crueles para los malos. De ahí sobrevino la Ley del Talión que, con extremada inflexibilidad, diera lugar a llevarse una vida fraternal, desterrándose, en consecuencia, la idea del crimen. Sólo así pudieron los Incas someter a la tranquilidad todos los pueblos que anteriormente vivían en pos del asesinato. La muerte era castigada con la muerte y aún la intención constituía el hecho mismo, castigándose como tal. De la ejecución de estas ordenanzas podemos contemplar en la figura 27 de la lámina V, en la que aparece en la parte inferior, el momento del suceso en el que un guerrero por medio de un golpe contundente en la cabeza, mata a otro del mismo partido, pues, ambos llevan el uniforme y armas iguales, lo que constituye la gravedad del hecho. En la parte superior o media se observa la sanción del crimen ante la vista del juez llamado tucuy-ricux (el que lo ve todo), quien, con la magestad de su carácter, revestido de potencias extraordinarias, ordena el juzgamiento del delincuente. El artista en esta figura pretendió catalogar de principio a fin el proceso de uno de los actos criminales, cual un sumario de nuestros tribunales de justicia de hoy. ¿Qué más documentos ni pruebas necesitamos para estudiar la sabia administración de nuestros antepasados, cuando tenemos a la vista expedientes irrefutables de entonces?

La figura 25A de la lámina V también nos revela un ejemplo del castigo de lo que nosotros llamamos “malhechores", personas dedicadas al maltrato de otras; en ella se ve un hombre mutilado simétricamente y rapada la cabeza, castigo que manifiesta su gravedad y una de las afrentas capitales. Además debemos observar el carácter del individuo que, a través del dolor, parece mantener viva su fiereza.

En cuanto al instinto feroz y cruel de ciertas tribus primitivas podemos indicar, como rezago de ellas, a los habitantes de algunos pueblos que hasta la actualidad mantienen latente el instinto sanguinario. Entre los pueblos de esta índole podemos citar a los de origen «chhanca» que hoy constituyen las provincias de Andahuaylas, Cangallo, Fajardo, La Mar y Huanta, cuyos pobladores siempre se hicieron notables por su fiereza tanto en la época incaica como en el Virreynato. Esta tendencia no sólo ha sido parcial entre los primitivos peruanos, sino que en la generalidad tuvo una raigambre ancestral, llegándose a modificar bajo la influencia del desarrollo mental, pero existiendo latente en el fondo animal, flotaba cada vez que el ánimo se enardecía, hasta el punto de llegar a una profanación salvaje. A este respecto debemos tomar en cuenta la frase amenazadora que se profiere entre los indígenas de hoy, cuando se hallan frente al enemigo. Se les previene con la expresión: umaykipin accata uphiasax (en tu cráneo voy a beber la chicha); y efectivamente, cuando llega el caso, los más sanguinarios procuran beber la sangre del enemigo y enseguida cumplen con lo dicho, bebiendo la chicha u otra bebida en el cráneo sangrante de la víctima. Esto no nos puede extrañar si damos crédito a lo que dice Alonso de Mesa (I) al relatar uno de los de la vida del desgraciado Inca Atahuallpa, cuando éste en una conversación con Pizarro sobre el uso de un cráneo forrado de oro le dijo: “Esta es la cabeza de un hermano mío que venía a la guerra contra mí, y había dicho que había de beber en mi cabera, y mátele yo a él y bebo con su cabeza". Mandóla henchir de chicha—dice Alonso de Mesa—y bebió delante de todos con ella. Estas crueldades se practicaban con el enemigo; pero si se realizaba fuera de tales circunstancias, entonces el autor era castigado sin remisión, en la misma forma que lo había hecho. 


V AMA MAPPA O MACCLLA

De los tres instintos principales del hombre (hambre, egoarquismo, y sexualidad), la sexualidad llegó a pervertirse demasiado entre los primitivos peruanos pues, así nos lo demuestran los innumerables ejemplares de la cerámica antigua encontrados en las huacas y reunidos en la actualidad, en el Museo de esta revista.  Los estudios que al respecto ha hecho el profesor Dr. Hermilio Valdizán las narraciones trascritas por los cronistas antiguos, nos lo corroboran.

Antes de la organización del dominio incaico, las tribus llevaban una vida desenfrenada, cada cual, impulsada por los instintos más dominantes, o mejor dicho, la vida de estos seres correspondía a la de las bestias. Corrieron parejas la sazón, el incesto, la homosexualidad, el onanismo y la bestialidad. La madre fue el objeto de placer más propicio por el cariño y la confianza; el hombre por la confianza y la compensación a las desatenciones solícitas de parte de las mujeres y sobre todo, por la tara psicológica; y por último, el placer solitario fue originado por la diferencia de las dos primeras causas, pues un hombre sin cariño maternal, sin confianza ni apoyo sexual, tenía que vivir aislado satisfaciendo sus deseos sexuales por medio de la onanía. Tal vez, de este último caso, nos revelan las Figs. 7 y 8, en una de las cuales aparece un hombre con el órgano sexual desvitalizado por medio de la amarra y las manos atadas hacia atrás como si fueran órganos provocativos. Este ejemplo podría indicarnos el castigo de privación del placer onanístico. En la otra figura aparece el mismo hombre ya no castigado, sino liberado por dos mujeres compadecidas, quienes al libertarlo, se ofrecen como objetos de placer para que olvidando su onanía, satisfaga sus deseos sexuales de una manera natural.

En cuanto a la homosexualidad reinante entre los primitivos peruanos podemos localizar algunas regiones atendiendo al origen etimológico de sus nombres, y estudiando la psicología de sus actuales pobladores. Entre estas regiones se halla la provincia de Huailas, del departamento de Ancash. Por el origen eti¬mológico que en seguida consignamos se puede deducir la perversión sexual que primitivamente reinaba en ella. Huaylas, en el lenguaje regional o chinchasuyu, quiere decir afeminado, homosexual; Ocoraca (caserío) de vagina profunda o húmeda; Totoraca (id.) de pubescencia encrespada; Ancoraca (id.) de vagina nerviosa; Antaraca, (id.), de vagina rojiza; Ragas (id.) pluralidad de vagina; Lacabampa o Racapampa (pueblo) llanura de vaginas; Sacuayo o Saxhuay (caserío), el coito; Runtu (id.), huevo o testículos; Yanapoto (id.) de ano negruzco; Shigui o Siki (id.), ano; Pishap o Pisax (id.), cohabitador; Yuncullo o Lluncku-ullo (id.) el que limpia o lame el pene; Huantaullu o Huataullo (?), de pene amarrado, Mormurullo o Moro-moro-ullo (?), de pene pintado; Pampa-huasi (caserío), casa pública o prostíbulo; Pomallocoy o Pumallocox (id.), el que cohabita con el puma; etc. etc.

Estudiando la psicología de la mujer de estas regiones podemos asegurar que, según el dicho vulgar, “son unas gallinas”, es decir, son muy sensuales y de fácil seducción. Esta tendencia genésica, por demás franca, tal vez sea el resultado de una rivalidad arcaica contra los pederastas, quienes usurpaban contranaturalmente los derechos femeninos y que, por este motivo, se vieron obligadas a entregarse por si solas al deseo de los hombres.

Por estos antecedentes, las regiones donde se practicaba la perversión sexual, al ser conquistados por los Incas, fueron castigadas severamente, no sólo las personas que la ejercían, sino que hasta los pueblos en que vivían eran arrasados y abandonados. Prohibióseles hasta el pronunciar la palabra equivalente a la sodomía, siendo odiada y avergonzada la persona que la pronunciaba. En fin, el decir “Astaya Huayllas” (apártate allá afeminado) constituía un insulto mayor y un castigo imperecedero Sólo en esta forma pudieron los Incas reprimir aquella tendencia contra natura.  

En cuanto a la bestialidad basta referirnos a la expresión despectiva de los indígenas de la sierra que dicen llama-llocco, que quiere decir “el que tiene relaciones sexuales con la llama”. En vista de esta anomalía parece que los Incas prohibieron que hombres jóvenes fueran los encargados del cuidado de los rebaños, pues, así nos revelan las observaciones de distintos historiadores, al tratar de las relaciones sexuales.


LA JUSTICIA

La razón ha sido para los Incas el mejor código penal y el cumplimiento de ella fue también la mejor justicia. Por la figura 26 de la lámina V, podemos darnos cuenta del juzgamiento razonable y recto de las cosas judiciales, en el que se procedía con mucha equidad atendiéndose a la causa de ambas partes. El juez simbolizado en ave ejercía imparcial e inflexiblemente, porque el carácter de su investidura lo hacía veedor y conocedor de todo cuanto ocurría en el territorio de su jurisdicción, por eso se les llamaba tucuy-rícux a los encargados de vigilia y tucuy-yachax a los investigadores, y huchapampayachix, que quiere decir el nivelador de culpas, era el nombre del juez ejecutor.

Para el mejor juzgamiento de los delitos, puso en boca de todos los hombres el arma de la aversión, a fin de que, desde la cuna, pudiesen castigarlos; por eso instituyó el napaycuy, anatematizador para que, por medio de él, nadie se atreviese a cometerlos ni infringir los mandamientos reales que para ellos eran sagrados. Por este sistema de juzgamiento nadie pedía sustraerse del castigo porque todos, en este caso, eran jueces individuales. Es por eso que hasta la actualidad observamos entre nuestros indígenas el saludo forzoso e individual, que en sí constituye la afirmación del cumplimiento de una ordenanza ancestral.

M. Toribio Mejia Xesspe
Lima, 1924.




Revista de Arqueología

Órgano del Museo Víctor Larco Herrera
Lima, Tomo II, trimestre I, enero-marzo 1924, págs. 38-43








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