El
origen de los cinco preceptos fundamentales de la administración incaica
Plaza Manco Cápac (La Victoria, Lima)
Antes de la formación del Imperio del Sol, o sea el Tahuantinsuyu, es posible que las múltiples tribus que habitaron, por entonces, las cuatro regiones llamadas posteriormente Collasuyu. Chinchasuyu, Antisuyu y Contisuyu, llevaran una vida propiamente nómade, puesto que cada cual mantenía un vivir motu propio. Es asimismo inconcebible que las costumbres de cada una de estas tribus fueran distintas unas de otras, porque existían agrupaciones distinguidas unas por sus tendencias hacia el canibalismo, otras hacia la perversión sexual y otras dedica, das al ocio, al hurto, y demás vicios. Pero, cuando comenzó el señorío racional de los Incas, todas las tendencias malsanas de tales tribus fueron reprimidas progresivamente, primero por medio de amonestaciones y después por medio de severos castigos.
Entre
la observancia peculiar de estas tribus resaltaban estas cinco tendencias: la
mentira, el hurto, el ocio, el homicidio y la perversión sexual. Por la primera
se engañaban o blasfemaban, sin motivo; por la segunda no respetaban los
derechos ajenos; por la tercera se entregaban a una vida parasitaria, resultando
de esta el instinto del latrocinio; por la cuarta revivían el instinto
irracional del ser primitivo, el dominio del más fuerte y el sacrificio
inhumano; y, por último, por la quinta, satisfacían los instintos sexuales del
hombre cavernario. De estas causas resultaron por parte de los Incas, multitud
de observaciones severas para reprimirlas, a fin de que, sometiéndose al
juzgamiento legal, desapareciesen de la mentalidad de los conquistados todos
aquellos instintos que obstruyesen el avance de la civilización incaica. De
aquí nació la institución denominada napay-cuy, que quiere decir saludarse, o
en otros términos, condenar a la execración pública todos los actos nocivos que
contradicen la vida normal de los pueblos. Por eso se estableció el odio a las
cinco tendencias, odio que repercutía incesantemente de individuo a individuo,
en todos los ámbitos del imperio. Para esto el mayor tenía la obligación de
proferir el saludo execratorio para que el menor respondiese en el mismo
sentido. Así se decía ante la presencia de una persona: Amal lulla (¡No
mentiroso!) Ama sua (¡No ladrón!), Ama ccella (¡No ocioso!), Ama sipix, (¡No
asesino!), Ama maclla (¡No afeminado!) o Ama mappa (¡No pervertido!) (Colecc. Urteaga. Tomo III. 2da. serie, pág. 129.).
Sentencias que equivalían a la "Ave María Purísima” de antaño, al "Buenos
días” de hoy, y al “Santo y Seña" de la disciplina militar. Sólo por
me¬dio de esta divulgación pública se llegaron a reprimir estas tendencias primitivas
hasta el punto de desarraigar de la mentalidad humana, aunque no en su totalidad,
todas aquellas acciones que indicaban el estado salvaje en que se
encon¬traban. En consecuencia, los cinco
preceptos fundamentales de la administración incaico quedaron establecidos en
esta forma:
Amal
llulla (No mentiroso)
Ama
sua (No ladrón)
Ama
ccella (No ocioso)
Ama
sipix (No asesino)
Ama
mappa o macclla (No pervertido o
afeminado)
I
AMA LLULLA
Esta
sentencia parece que tuvo origen desde la época en que el hombre sintió el
aguijón del engaño, la disipación de sus esfuerzos ante la irrealidad y el
dolor, ante la ilusión. Por una y mil lecciones recibidas a través de la vida,
es posible que la mentira haya sido tomada en cuenta como una de las cosas más
graves, como un peligro mortal y como una de las acciones más abominables, por
eso los Incas, guiados de una mentalidad superior, impusieron entre sus
subordinados esta sentencia que, por si sola, revela la reprobación del acto.
Sería inútil argüir sólo con razones las consecuencias de la mentira, así como
sus represiones, cuando, tenemos a la vista pruebas manifiestas, gracias a la
habilidad e intuición de los artistas primitivos, que nos demuestran claramente
la sanción a la que eran sometidos los mentirosos.
Por
la figura 30 de la lámina V, vemos que se trata de una mujer viciada en la
mentira, pues, así nos lo revela el castigo a que fue sometida. Tiene los
labios y la parte de la nariz mutilados, por un corte casi vertical. Además de
la resignación que la anima, presenta uno de los pies (derecho) también
mutilado, lo que prueba que ha sido una mentirosa propagandista, y que por ello
se ve castigada en esta forma. Para corroborar esta interpretación basta
recordar la sentencia vulgar de nuestros indígenas de hoy al tratarse de algún
mentiroso. A los niños que mienten se les dice: simiyquitan cuchurccusccaiki
(te voy a cortar la boca). Si el corte de los labios y la nariz no fueran
mutilaciones directas podremos creer que tal vez sea el resultado de una
gangrena producida por la quemadura hecha por la cáscara del huevo u otro
objeto candente, pues en la actualidad la reprobación del mentiroso constituye
con la siguiente amenaza: runtux-ccaranhuan simiykita rupar ccachisccaiki (con
la cáscara del huevo te voy a quemar la boca). En cuanto a la inutilización del
miembro inferior podemos decir de que con ella se ha querido evitar la
propaganda de noticias inciertas. Si bien no se trata de mentiras, pudiera ser
entonces de alguna blasfemia contra el Sol, contra el Inca, o murmuración sobre
algún mandamiento real. Existen pueblos, en la actualidad, cuyos pobladores se
ufanan con la mentira.
II
AMA SUA
El
estado de salvajismo en que vivían, faltos de una ordenada organización social
y administrativa, hacía que todos los actos que realizaban fueran impulsados
por la inconsciencia sin tener valor ninguno el derecho de propiedad. Por estos
motivos ancestrales ciertas tribus llegaron a adoptar el hurto como una de las
tendencias favoritas que más tarde, se hicieron hábitos inveterados y que,
durante el reinado de los Incas, fueron objeto de severos castigos. A pesar de
la inclemencia recaída sobre los delincuentes del latrocinio, jamás llegóse a
desarraigar del espíritu de ciertos pueblos, pues sobrevivieron, salvándose con
la desaparición del gobierno de los Incas. Durante el coloniaje, libres de una
sanción severa, volvieron a revivir las tendencias de la apropiación ajena,
hasta el punto de hacerse célebres, y que en la actualidad constituyen los
denominados “bandoleros”, las mayorías indígenas. Entre los habitantes que hasta hoy tienen
fama de ladrones podemos citar a los Kanas, a los Lacachos, pobladores de las
serranías de las provincias de Canas y Chumbivilcas del departamento del Cuzco,
y a los de Chicmu en Talavera, provincia de Andahuaylas, departamento de
Apurímac. También podemos considerar
como regazos de algunas tribus rapaces, a los habitantes de ciertos pueblos del
departamento de Cajamarca. como los de Encañada.
Los
castigos que se imponían a los ladrones, durante el gobierno eran, como decimos
adelante, muy severos según el grado de los hechos. En la primera falta se les amonestaba en
público y si reincidían sometíaseles a la sanción correspondiente. Para
averiguar el autor de alguna fechoría se recurría a los videntes llamados
tapux, quienes enterados de los antecedentes del hecho y previas medidas
tomadas en el lugar del suceso, realizaban la investigación por medio la coca.
Si esta operación resultaba inútil recurrían entonces a la práctica de la
brujería, por medio de la cual hacían aparecer al autor en la forma que habían
previsto: el ladrón de maíz se conocía por la presencia de manchas blancas o
negras en la cara y las manos, según haya sido el color del maíz robado; el de
las papas era sindicado por la aparición de grandes ronchas en el cuerpo a
semejanza de tales, así sucesivamente, iban conociendo todos los autores
incógnitos, y en muchas ocasiones eran consumidos insensiblemente por el mal
llamado chchakiyay, o sea la "muerte seca" (¿tuberculosis?). Para
todas las investigaciones recurrían a la dactiloscopia, por medio de la cual
deducían quién era el autor y la misma servía para fines brujeriles.
Un
caso de estas investigaciones nos puede sugerir un cántaro en el que aparece un
individuo con el cuerpo cubierto de tumores similares a las papas.
III
AMA CCELLA
La
despreocupación misma en que vivían dio origen a que la mayoría de las tribus
llevasen una vida ociosa, hasta el punto de perecer, en ciertas ocasiones bajo
la acción del hambre o por la infección causada por falta de higiene o energía.
La incapacidad de poder sustentarse por medio del trabajo parece que les
sugirió la idea de vivir a expensas ajenas, origen del hurto. En vista de esta
tendencia marcada entre los pueblos primitivos, acaso fue, de parte de los
Incas, la reglamentación del trabajo forzoso so pena de crueles castigos. Sin
embargo, hubieron pueblos donde la holgazanería sentó sus bases y que por ello
fue menester desterrarlos o exterminarlos, porque bien comprendieron los Incas
que la inactividad era el atraso de la civilización, y para reprobarlos, los
apellidaban públicamente según el estado de sus ocupaciones. Así se decía a los
dormilones puñuysiki, a los lerdos, thapia o choxchi; a los desobedientes kkullu:
a los inaparentes: mocco- maki, etc. Las mujeres eran más anatematizadas y de
sus actividades dependía la felicidad del hogar. Actualmente hay pueblos donde
los hombres son de todo trabajo, quedando las mujeres únicamente al servicio
doméstico, pero también hay otros pueblos en que las mujeres hacen las veces
del hombre, y éste ejecuta las veces de aquéllas, lo cual demuestra que había
tribus en que los hombres vivían a expensas de las mujeres y otras en que éstas
fueron sólo objeto de placer o adoración. Por la figura 25 de la lámina V,
deducimos que el artista ha querido representar un caso de las mujeres
incapaces de la actividad humana en llegando hasta descuidarse de su propia
persona. Se trata, pues, de una de las lla¬madas usasapa (piojosa), cuya condición,
por demás repugnante, atribuida a la ociosidad, más parece corresponder al tipo
de las enfermedades mentales (?). Asimismo, la figura 28 de la lámina V nos
demuestra un caso de las llamadas puñuysiki (dormilonas) en pleno desempeño de
sus obligaciones y que, a través de la intención del artista, nos sugiere la
idea de representarnos un tipo letárgico (¿catipnosis?).
En
resumen, el ocio, tendencia secundaria o patológica, durante el gobierno
Incaico ha sido de sabias y severas reprimendas, obteniéndose por ellas el
desarrollo admirable de la agricultura, fuente de la vida, la perfección de las
artes e industrias y la constitución sana y fuerte de la raza.
IV
AMA SIPIX
La
superioridad física y mental, desde tiempos remotos, ha sido el origen del odio
y la venganza acompañado de su corolario, la eliminación por medio de la
muerte. Desde entonces la criminalidad sin castigo, llegó a hacerse común hasta
convertirse en festín. El dominio del más fuerte se impuso entre los débiles, resultando
de ello el modus vivendi. Así entre luchas insensatas surgió el señorío de los
Incas con sus leyes magnánimas para los buenos y recompensas crueles para los
malos. De ahí sobrevino la Ley del Talión que, con extremada inflexibilidad,
diera lugar a llevarse una vida fraternal, desterrándose, en consecuencia, la
idea del crimen. Sólo así pudieron los Incas someter a la tranquilidad todos
los pueblos que anteriormente vivían en pos del asesinato. La muerte era
castigada con la muerte y aún la intención constituía el hecho mismo,
castigándose como tal. De la ejecución de estas ordenanzas podemos contemplar
en la figura 27 de la lámina V, en la que aparece en la parte inferior, el
momento del suceso en el que un guerrero por medio de un golpe contundente en
la cabeza, mata a otro del mismo partido, pues, ambos llevan el uniforme y
armas iguales, lo que constituye la gravedad del hecho. En la parte superior o
media se observa la sanción del crimen ante la vista del juez llamado
tucuy-ricux (el que lo ve todo), quien, con la magestad de su carácter,
revestido de potencias extraordinarias, ordena el juzgamiento del delincuente.
El artista en esta figura pretendió catalogar de principio a fin el proceso de
uno de los actos criminales, cual un sumario de nuestros tribunales de justicia
de hoy. ¿Qué más documentos ni pruebas necesitamos para estudiar la sabia
administración de nuestros antepasados, cuando tenemos a la vista expedientes
irrefutables de entonces?
La
figura 25A de la lámina V también nos revela un ejemplo del castigo de lo que
nosotros llamamos “malhechores", personas dedicadas al maltrato de otras;
en ella se ve un hombre mutilado simétricamente y rapada la cabeza, castigo que
manifiesta su gravedad y una de las afrentas capitales. Además debemos observar
el carácter del individuo que, a través del dolor, parece mantener viva su
fiereza.
En
cuanto al instinto feroz y cruel de ciertas tribus primitivas podemos indicar,
como rezago de ellas, a los habitantes de algunos pueblos que hasta la
actualidad mantienen latente el instinto sanguinario. Entre los pueblos de esta
índole podemos citar a los de origen «chhanca» que hoy constituyen las
provincias de Andahuaylas, Cangallo, Fajardo, La Mar y Huanta, cuyos pobladores
siempre se hicieron notables por su fiereza tanto en la época incaica como en
el Virreynato. Esta tendencia no sólo ha sido parcial entre los primitivos
peruanos, sino que en la generalidad tuvo una raigambre ancestral, llegándose a
modificar bajo la influencia del desarrollo mental, pero existiendo latente en
el fondo animal, flotaba cada vez que el ánimo se enardecía, hasta el punto de
llegar a una profanación salvaje. A este respecto debemos tomar en cuenta la
frase amenazadora que se profiere entre los indígenas de hoy, cuando se hallan
frente al enemigo. Se les previene con la expresión: umaykipin accata uphiasax
(en tu cráneo voy a beber la chicha); y efectivamente, cuando llega el caso,
los más sanguinarios procuran beber la sangre del enemigo y enseguida cumplen
con lo dicho, bebiendo la chicha u otra bebida en el cráneo sangrante de la
víctima. Esto no nos puede extrañar si damos crédito a lo que dice Alonso de
Mesa (I) al relatar uno de los de la vida del desgraciado Inca Atahuallpa,
cuando éste en una conversación con Pizarro sobre el uso de un cráneo forrado
de oro le dijo: “Esta es la cabeza de un hermano mío que venía a la guerra
contra mí, y había dicho que había de beber en mi cabera, y mátele yo a él y
bebo con su cabeza". Mandóla henchir de chicha—dice Alonso de Mesa—y bebió
delante de todos con ella. Estas crueldades se practicaban con el enemigo; pero
si se realizaba fuera de tales circunstancias, entonces el autor era castigado
sin remisión, en la misma forma que lo había hecho.
V
AMA MAPPA O MACCLLA
De
los tres instintos principales del hombre (hambre, egoarquismo, y sexualidad),
la sexualidad llegó a pervertirse demasiado entre los primitivos peruanos pues,
así nos lo demuestran los innumerables ejemplares de la cerámica antigua
encontrados en las huacas y reunidos en la actualidad, en el Museo de esta
revista. Los estudios que al respecto ha
hecho el profesor Dr. Hermilio Valdizán las narraciones trascritas por los
cronistas antiguos, nos lo corroboran.
Antes
de la organización del dominio incaico, las tribus llevaban una vida
desenfrenada, cada cual, impulsada por los instintos más dominantes, o mejor
dicho, la vida de estos seres correspondía a la de las bestias. Corrieron
parejas la sazón, el incesto, la homosexualidad, el onanismo y la bestialidad.
La madre fue el objeto de placer más propicio por el cariño y la confianza; el
hombre por la confianza y la compensación a las desatenciones solícitas de
parte de las mujeres y sobre todo, por la tara psicológica; y por último, el
placer solitario fue originado por la diferencia de las dos primeras causas,
pues un hombre sin cariño maternal, sin confianza ni apoyo sexual, tenía que
vivir aislado satisfaciendo sus deseos sexuales por medio de la onanía. Tal
vez, de este último caso, nos revelan las Figs. 7 y 8, en una de las cuales
aparece un hombre con el órgano sexual desvitalizado por medio de la amarra y
las manos atadas hacia atrás como si fueran órganos provocativos. Este ejemplo
podría indicarnos el castigo de privación del placer onanístico. En la otra
figura aparece el mismo hombre ya no castigado, sino liberado por dos mujeres
compadecidas, quienes al libertarlo, se ofrecen como objetos de placer para que
olvidando su onanía, satisfaga sus deseos sexuales de una manera natural.
En
cuanto a la homosexualidad reinante entre los primitivos peruanos podemos
localizar algunas regiones atendiendo al origen etimológico de sus nombres, y
estudiando la psicología de sus actuales pobladores. Entre estas regiones se halla
la provincia de Huailas, del departamento de Ancash. Por el origen eti¬mológico
que en seguida consignamos se puede deducir la perversión sexual que
primitivamente reinaba en ella. Huaylas, en el lenguaje regional o chinchasuyu,
quiere decir afeminado, homosexual; Ocoraca (caserío) de vagina profunda o
húmeda; Totoraca (id.) de pubescencia encrespada; Ancoraca (id.) de vagina nerviosa;
Antaraca, (id.), de vagina rojiza; Ragas (id.) pluralidad de vagina; Lacabampa
o Racapampa (pueblo) llanura de vaginas; Sacuayo o Saxhuay (caserío), el coito;
Runtu (id.), huevo o testículos; Yanapoto (id.) de ano negruzco; Shigui o Siki
(id.), ano; Pishap o Pisax (id.), cohabitador; Yuncullo o Lluncku-ullo (id.) el
que limpia o lame el pene; Huantaullu o Huataullo (?), de pene amarrado,
Mormurullo o Moro-moro-ullo (?), de pene pintado; Pampa-huasi (caserío), casa
pública o prostíbulo; Pomallocoy o Pumallocox (id.), el que cohabita con el
puma; etc. etc.
Estudiando
la psicología de la mujer de estas regiones podemos asegurar que, según el
dicho vulgar, “son unas gallinas”, es decir, son muy sensuales y de fácil
seducción. Esta tendencia genésica, por demás franca, tal vez sea el resultado
de una rivalidad arcaica contra los pederastas, quienes usurpaban contranaturalmente
los derechos femeninos y que, por este motivo, se vieron obligadas a entregarse
por si solas al deseo de los hombres.
Por
estos antecedentes, las regiones donde se practicaba la perversión sexual, al
ser conquistados por los Incas, fueron castigadas severamente, no sólo las personas
que la ejercían, sino que hasta los pueblos en que vivían eran arrasados y
abandonados. Prohibióseles hasta el pronunciar la palabra equivalente a la sodomía,
siendo odiada y avergonzada la persona que la pronunciaba. En fin, el decir
“Astaya Huayllas” (apártate allá afeminado) constituía un insulto mayor y un
castigo imperecedero Sólo en esta forma pudieron los Incas reprimir aquella tendencia
contra natura.
En
cuanto a la bestialidad basta referirnos a la expresión despectiva de los
indígenas de la sierra que dicen llama-llocco, que quiere decir “el que tiene relaciones
sexuales con la llama”. En vista de esta anomalía parece que los Incas prohibieron
que hombres jóvenes fueran los encargados del cuidado de los rebaños, pues, así
nos revelan las observaciones de distintos historiadores, al tratar de las
relaciones sexuales.
LA
JUSTICIA
La
razón ha sido para los Incas el mejor código penal y el cumplimiento de ella
fue también la mejor justicia. Por la figura 26 de la lámina V, podemos darnos
cuenta del juzgamiento razonable y recto de las cosas judiciales, en el que se
procedía con mucha equidad atendiéndose a la causa de ambas partes. El juez
simbolizado en ave ejercía imparcial e inflexiblemente, porque el carácter de
su investidura lo hacía veedor y conocedor de todo cuanto ocurría en el
territorio de su jurisdicción, por eso se les llamaba tucuy-rícux a los
encargados de vigilia y tucuy-yachax a los investigadores, y huchapampayachix,
que quiere decir el nivelador de culpas, era el nombre del juez ejecutor.
Para
el mejor juzgamiento de los delitos, puso en boca de todos los hombres el arma
de la aversión, a fin de que, desde la cuna, pudiesen castigarlos; por eso
instituyó el napaycuy, anatematizador para que, por medio de él, nadie se atreviese
a cometerlos ni infringir los mandamientos reales que para ellos eran sagrados.
Por este sistema de juzgamiento nadie pedía sustraerse del castigo porque
todos, en este caso, eran jueces individuales. Es por eso que hasta la actualidad
observamos entre nuestros indígenas el saludo forzoso e individual, que en sí
constituye la afirmación del cumplimiento de una ordenanza ancestral.
M.
Toribio Mejia Xesspe
Lima,
1924.
Revista de Arqueología
Órgano del Museo Víctor Larco Herrera
Lima, Tomo II, trimestre I, enero-marzo 1924, págs. 38-43
"Evo Morales" "Casa del Pueblo" "La Paz" Bolivia "Plaza Murillo" "Ama sua" "Ama llulla" "Ama Kella" "Ama qella" "Ama quella"
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