Articulo publicado en la revista "CHASQUI - CORREO DEL PERU" del Ministerio de Relaciones Exteriores (Lima, año 8, Nro 16, 2010)
(Para leer, hacer click en "abrir imagen en pestaña nueva" o guardarla en la PC)
miércoles, 21 de junio de 2017
lunes, 19 de junio de 2017
Una chichera de Pancho Fierro (siglo XIX)
Detalle de acuarela de Pancho fierro: Una chichera de las calles de Lima
Es joven, mulata o zamba, peinada pulcramente con una trenza y adornada de coquetos aretes. Usa un llamativo sombrero albo adornado con cinta roja, sencillo vestido de labor, y delantal negro. Fijémonos en el utensilio que usa para escanciar la chicha.
https://guillermoamoros.wordpress.com/2016/08/10/la-caverna-de-la-nacional-chicherias-y-picanterias-en-el-peru-republicano/
Museo de la Gastronomía: Cholita chichera
Museo de la Gastronomía Peruana:
Cholita chichera
https://guillermoamoros.wordpress.com/2016/08/10/la-caverna-de-la-nacional-chicherias-y-picanterias-en-el-peru-republicano
"Señora chichera" Cochabamba bolivia Ecuador Colombia Chile
viernes, 16 de junio de 2017
Reserva de Biosfera Transfronteriza "Bosques de Paz" (PERU-ECUADOR)
Iniciativa que nace de las más altas autoridades del Perú y Ecuador. La plantearon el expresidente Ollanta Humala y el mandatario Rafael Correa durante una de las reuniones de los gabinetes binacionales, en 2015, y forma parte de un proceso que se inició después de la firma de los Acuerdos de Paz de 1998 entre ambos países. En este documento se estableció una agenda de múltiples líneas de intervención y de cooperación mutua entre las cuales figuró la medioambiental.
El nombre de la reserva,"Bosques de Paz", da cuenta de estas dos cosas: que se trata de un ecosistema de bosques, por un lado, y que representa un esfuerzo por mostrar la paz entre los dos países.
Está situada al sudoeste del Ecuador y al nordeste del Perú, ocupando una superficie total de 1.616.988 hectáreas. Abarca territorios de los contrafuertes de los Andes Occidentales cuya altura puede alcanzar hasta 3.000 metros, lo que hace que la reserva posea una diversidad biológica con un elevado índice de endemismo (es rica por ejemplo, en guayacanes y ceibos , y es hogar de muchas especies de anfibios y reptiles) . El sitio cuenta con bosques secos estacionales del Perú y Ecuador que forman el núcleo de uno de los lugares del mundo más importantes para la diversidad biológica: la región endémica de Tumbes. Esta región alberga 59 especies endémicas, entre las que hay 14 en peligro de extinción. La población de la reserva se cifra en unos 617.000 habitantes que viven esencialmente de la ganadería y el turismo.
Extensión por país
Total: 1.616.988 hectáreas
La Reserva de Biósfera del Noroeste de Amotape y Manglares del Perú (en Tumbes y Piura) abarca 1'100,000 hectáreas (68%)
La Reserva Nacional Bosques Secos de Ecuador (en Loja), abarca 501,000 hectáreas (32%).
El nombre de la reserva,"Bosques de Paz", da cuenta de estas dos cosas: que se trata de un ecosistema de bosques, por un lado, y que representa un esfuerzo por mostrar la paz entre los dos países.
Está situada al sudoeste del Ecuador y al nordeste del Perú, ocupando una superficie total de 1.616.988 hectáreas. Abarca territorios de los contrafuertes de los Andes Occidentales cuya altura puede alcanzar hasta 3.000 metros, lo que hace que la reserva posea una diversidad biológica con un elevado índice de endemismo (es rica por ejemplo, en guayacanes y ceibos , y es hogar de muchas especies de anfibios y reptiles) . El sitio cuenta con bosques secos estacionales del Perú y Ecuador que forman el núcleo de uno de los lugares del mundo más importantes para la diversidad biológica: la región endémica de Tumbes. Esta región alberga 59 especies endémicas, entre las que hay 14 en peligro de extinción. La población de la reserva se cifra en unos 617.000 habitantes que viven esencialmente de la ganadería y el turismo.
Extensión por país
Total: 1.616.988 hectáreas
La Reserva de Biósfera del Noroeste de Amotape y Manglares del Perú (en Tumbes y Piura) abarca 1'100,000 hectáreas (68%)
La Reserva Nacional Bosques Secos de Ecuador (en Loja), abarca 501,000 hectáreas (32%).
Tierra del Guayacán
Los mochicas
Tierra del Guayacán
lindo madero de mi amor (bis)
Es de Chalpon la flor hermosa
orgullo de mi nación
Desde Chiclayo a Pacora
y de Jayanca al Cerro e' la Vieja (bis)
Todos dicen cual eco al cielo:
En Motupe está mi Cruz
se celebra con anhelo
ella bajará del cerro
es la cama de Jesús
lunes, 12 de junio de 2017
"La chicha de Calca"
La chicha de Calca (Cusco)
Luis Palao Berastain
http://www.arteyartistas.net/edicion-mayo-2017/
https://guillermoamoros.wordpress.com/2016/08/10/la-caverna-de-la-nacional-chicherias-y-picanterias-en-el-peru-republicano
Bolivia, Cochabamba, Ecuador, Colombia, Bogotá, Chile, Argentina,
México, Perú, Arequipa, Cusco, Piura
https://guillermoamoros.wordpress.com/2016/08/10/la-caverna-de-la-nacional-chicherias-y-picanterias-en-el-peru-republicano
Bolivia, Cochabamba, Ecuador, Colombia, Bogotá, Chile, Argentina,
México, Perú, Arequipa, Cusco, Piura
lunes, 5 de junio de 2017
"Mixtura": un restaurant en Navarra que tributa a la cocina Nikkei
La cocina nikkei es una extraordnaria fusión entre las tradiciones culinarias del Perú y de Japón. Aunque ha logrado ya un alto grado de madurez y reconocimiento mundial, aún sigue su proceso exploratorio y de desarrollo creativo. Hasta hace muy poco, su proceso se centró en la fusión con la cocina limeña, pero sigue ampliando esta fusión con las cocinas regionales. Sus posibilidades son insondables.
Mayores detalles sobre este emprendimiento de la pareja de esposos Mari Paz Díaz de Rada y Pablo de La Peña, se puede leer aquí:
http://www.diariodenavarra.es/blogs/sopa-de-letras/2017/05/19/el-sueno-nikkei-de-pablo-y-mary-paz/
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Mayores detalles sobre este emprendimiento de la pareja de esposos Mari Paz Díaz de Rada y Pablo de La Peña, se puede leer aquí:
http://www.diariodenavarra.es/blogs/sopa-de-letras/2017/05/19/el-sueno-nikkei-de-pablo-y-mary-paz/
domingo, 4 de junio de 2017
"Rosa Luz" - valse de Felipe Pinglo Alva dedicado a la hija de una anticuchera
Una foto que le tomé hace un año a un suculento, delicioso y sazonante plato con anticuchos, cuando me encontraba en Lima, me hizo recordar a la hermosa hija de una anticuchera que todas las noches vendía sus anticuchos a la espalda del Congreso de la República, en los Barrios Altos. Si muy bien muchos eramos comensales asiduos de aquellos anticuchos de corazón, creo que lo que más nos atraía era ganarnos el corazón de aquella belleza barrioaltina.
El bardo inmortal Felipe Pinglo cayó también rendido ante la delicia de los anticuchos y el encanto de la hija de una anticuchera, una morena muy bella a la cual el Maestro le dedicó su vals "Rosa Luz", sobre el cual escribí una nota a inicios de octubre del 2016.
ROSA LUZ
Hace unas semanas, en el programa "El Heraldo Musical", que se transmite por Radio Nacional del Perú, su conductora Celeste Acosta, al momento de presentar un vals de Felipe Pinglo se refirió al mismo como "Rosa Luz" o "La morena Rosa Luz". Celeste añadió que su padre, Manuel Acosta Ojeda, solía contar que algunos criollos de antaño se referían al vals de Pinglo como "La morena Rosa Luz", para diferenciarlo de otro hermoso vals del mismo nombre, "Rosa Luz", que pertenecía al compositor José Bazán Barrantes.
Esta manera de nombrar un vals de Pinglo, que la hacían algunos intérpretes criollos, cambiando el título original por otro, a mi parecer, no debería hacerse ya que se estaría cayendo en un círculo vicioso en el cual hasta la letra o melodía de los valses de Pinglo serían cambiados tan sólo porque a unos no les gusta los acordes o letras originales, o por querer diferenciarlos de otros que puedan tener el mismo título. Hay que tener presente que la obra de Felipe Pinglo ha sido declarada, reciéntemente, como Patrimonio Cultural de la Nación, por lo que la misma debe respetarse en su forma original, nos guste o no.
Escuchando el vals "Rosa Luz" de Pinglo en "El Heraldo Musical", me vino a la memoria que hace un tiempo alguien se comunicó conmigo a través del facebook para reclamarme que en "mi página web" estaba publicada la letra del vals "Rosa Luz" como de Felipe Pinglo cuando ese vals era de José Bazán Barrantes y el de Pinglo se denominaba "La morena Rosa Luz". Me quedé sorprendido por la inquietud aquella porque, primero, no tengo página web, nunca la he tenido ni he querido tenerla no sólo porque carezco de tiempo sino por otras razones que no vienen al caso. Desde el 2000 hasta el 2007 dirigí, con un amigo, una página web de peruanos en Melbourne, Australia, en la cual publicaba artículos que solía escribir sobre las costumbres, tradiciones y música criolla del Perú. Pero la web aquella no era mía y dejé de colaborar con la misma por la falta de tiempo.
Muchas páginas web han reproducido mis artículos, algunas más que otras, lo cual estoy muy agradecido porque estoy al tanto del tiempo que implica el actualizar las mismas. Las que tienen publicadas varios de mis artículos lo hacen porque se identifican con los temas que escribo. El ver mis artículos y trabajos sobre el criollismo, como las efemérides criollas, en algún lugar ha hecho que algunos piensen que la página web aquella es mía. Sin embargo, lo vuelvo a repetir, el esfuerzo es de otros, ya que no tengo página web y ello lo he aclarado en público, en algunas reuniones en Lima.
Ello traté de hacerle entender a la persona que me reclamó sobre el vals "Rosa Luz", que no tengo página web, pero de todas maneras le prometí que iba a indagar sobre el supuesto error y si el mismo existía me iba a dirigir a los que administraban la web, con el supuesto error, para sugerirles que hagan las correcciones debidas. Sin embargo, cuando revisé lo publicado, me di cuenta que no había error, la página web aquella había identificado en forma correcta el vals "Rosa Luz" como de Felipe Pinglo y la letra respectiva era del vals del Maestro.
"No hay error con el vals Rosa Luz", le comuniqué a la persona que me había contactado, pero insistió en que el vals de Pinglo se llamaba "La morena Rosa Luz" y deberían escribirlo de esa manera. Le sugerí que si pensaba que había un error, se comunique con los administradores de la página web en cuestión y les haga llegar su inquietud. Sin embargo, añadí, si ellos se comunican conmigo, como es muy posible lo hagan, y me piden mi opinión, les tendré que decir la verdad, el vals de Felipe Pinglo sí se llama "Rosa Luz".
Según lo contó Juan Rasilla Moreno en La Crónica del 31 de mayo de 1945, Pinglo compone el vals "Rosa Luz" en 1932. Rasilla Moreno menciona que el Maestro se inspiró en una linda morena de la Quinta Baselli, en los Barrios Altos de Lima, para componer su hermoso vals que fue cantado en todo Lima. El compositor barrioaltino Alberto Condemarín, contemporáneo con el Maestro, le contaría a Jorge Donayre que "Rosa Luz está dedicado a una encantadora joven que acompañaba a su madre, todas las tardes en su mesa de ventas de anticuchos instalada casi a la entrada de la iglesia de Cocharcas. Felipe Pinglo la consideró como una beldad del barrio, morena y tentadora" (Antología de la Música Peruana. Canción Criolla, Tomo I, Lorenzo Villanueva y Jorge Donayre, Lima 1987).
El historiador Manuel Zanutelli (Felipe Pinglo... a un siglo de distancia, Lima 1999) reproduce la letra del vals "Rosa Luz" que fue publicada en la edición No. 125 de La Lira Limeña. Dicha edición correspondería a inicios de 1932, que va de acuerdo a lo señalado por Juan Rasilla Moreno.
Ricardo Miranda Tarrillo, en la biografía sobre el Maestro que escribió para acompañar el álbum que editó la disquera Virrey (Felipe Pinglo Alva, Lima 1966), da a entender que "Rosa Luz" fue compuesto en 1929 y que fue cantado por los hermanos Carreño en el Teatro Apolo de los Barrios Altos. Miranda Tarrillo menciona además que la letra de "Rosa Luz" fue publicada en la edición No. 132 de La Lira Limeña. Pero, Miranda Tarrillo se equivoca en muchas fechas que da en la biografía que escribió sobre Felipe Pinglo. Para sustentar el año de creación de varias de las composiciones de Pinglo, Miranda Tarrillo menciona ediciones de La Lira Limeña. Sin embargo, Miranda Tarrillo no llevó una cronología adecuada sobre la fecha de publicación de las ediciones de La Lira Limeña, la cual empezó a aparecer casi a fines de 1929, y la edición que él menciona, la No. 132, es de 1932.
Por mi parte, encontré publicado el vals "Rosa Luz" en 1932, tanto en La Lira Limeña como El Cancionero de Lima. En la página 2 de la edición No. 142 de La Lira Limeña, de mediados de 1932, se publica la letra de tres composiciones de Felipe Pinglo, con una nota en la parte superior izquierda que dice: "Del repertorio de Felipe Pinglo Alva. Envío especial para La Lira Limeña". "Rosa Luz" está publicado con una nota señalando lo siguiente: "Cantado con sensacional éxito en Teatros, Radios y Cines". Las otras composiciones de Pinglo publicadas al lado de "Rosa Luz" son el vals "Sucedió en Monterrey", con una nota mencionando que era ejecutado con singular éxito en Teatros de Lima, y el fox trot "Dora", con una nota que dice: "Fox Trot de gran actualidad". Cabe señalar que "Dora" es señalado por los biógrafos y recopiladores de la obra de Pinglo como polca. Sin embargo, en la letra enviada especialmente a la Lira Limeña, posiblemente por el mismo Pinglo ya que él solía hacerlo, "Dora" figura como un fox trot, originalmente.
La edición No. 898 de El Cancionero de Lima, de Fiestas Patrias de 1932, en su página 3 publica la letra de "Rosa Luz" con la siguiente nota "Vals de moda. Exito en teatros, cines y radio". Años más tarde, El Cancionero de Lima, en su edición No. 1628 del 12 de julio de 1946, vuelve a publicar una vez más la letra de "Rosa Luz" de Felipe Pinglo, señalando que había sido grabado en discos por Jesús Vásquez, quien se encontraba en Argentina.
Como lo he mencionado líneas arriba, el vals de Felipe Pinglo se llama "Rosa Luz"; que después, con los años, le hayan cambiado de nombre no significa que debemos seguir llamándolo con su "nuevo" título. El Maestro es Patrimonio Cultural de la Nación, por lo que debemos recopilar su obra en su forma original, como él la concibió.
Dario Mejia
Melbourne, Australia
Escrito el 2 de Octubre de 2016
URL de origen: https://www.facebook.com/dario.mejia.378/posts/10155594145474505
Rosa Luz
Cantado con sensacional éxito en teatros, radios y cines
(La Lira limeña)
La morena Rosa Luz es mi beldad
a quien amo con todito el corazón
saborea las delicias del cariño
ella vive muy feliz con su pasión
En sus ojos se refleja la ansiedad
porque libe de sus labios el amor
entre besos y suspiros sollozantes
me confiesa que su vida es mi afecto y mi calor
Siempre dicen que el cariño nace así
como nace entre el follaje una flor
sin que nadie la regara ni advirtiera
era sola en el mundo del amor
Sus miradas con las mías se cruzaron
una tarde de otoño que pasó
y en el fuego de sus haces convergieron
los ideales de dos seres en un solo corazón
Todo cambia y en sus ojos hoy no encuentro
las miradas que ese otoño descubrí
será acaso que mis pupilas no miran
o quién sabe si ella no pensaba en mí
Cruel martirio se apodera del querer
y los celos me hacen la vida un sufriri
tengo miedo de que broten de otros labios
las promesas de cariño que ella oyó de mí
martes, 30 de mayo de 2017
El Pisco NO nació en Chile
Por: Gonzalo Gutiérrez
Hace pocos meses se publicó en Chile un libro elaborado por un grupo de dieciséis investigadores, encabezados por el historiador argentino Pablo Lacoste, que se titula “El Pisco Nació en Chile, Génesis de la primera Denominación de Origen de América”. La obra es producto de varios proyectos financiados por el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas de Chile.
A fin de refutar la premisa principal del trabajo chileno, que se extiende a lo largo de 435 muy documentadas páginas, el Presidente de la Academia Peruana del Pisco, don Eduardo Dargent Chamot ha publicado un contundente artículo[1] en el que se rebaten de manera sustantiva los argumentos del supuesto origen chileno de la bebida.
En su preciso escrito, Dargent hace referencia al primer documento que menciona la producción de aguardiente en el Perú, el testamento de Pedro Manuel “El Griego”, que data del año 1613 y que es otorgado en la ciudad de Ica. Igualmente hace alusión a las múltiples fuentes que prueban que la primera producción de esta bebida se ubica en el Perú.
En esta ocasión no es necesario repetir los sólidos argumentos de Dargent, pero sí resulta interesante desarrollar algunos puntos relativos a la publicación chilena que llaman especialmente la atención.
El argumento central en torno al cual se construyen las más de cuatrocientas páginas del trabajo del equipo de Lacoste es que “…se documentó que en el inventario de la hacienda La Torre (1733) […] se registraron “tres botijas de pisco”. Este es el registro más antiguo del uso de la palabra “pisco” para denominar el aguardiente de uva en Chile y en América. Poco después, otros vecinos del Valle de Elqui imitaron esta idea, y comenzaron ellos también a usar la palabra “pisco” para llamar al destilado”[2].
El descubrimiento parece espectacular. Y es por eso que llama poderosamente la atención que en un libro tan prolijamente elaborado no se haya incluido una reproducción facsimilar de esta notable cita de un tan antiguo documento histórico. El inventario al que se hace referencia y que es el eje en torno al cual se estructura toda la argumentación es únicamente glosado en un anexo, de manera más bien oscura, entre las páginas 339 y 341 del trabajo. La sección más relevante del inventario es citada del siguiente modo en el libro: “…7 enfriaderas; tres botijas de pisco; un cajón con un San Antonio; una Santa Rita con su moldura vana…”[3] (el resaltado es propio)
En base a información recibida de un investigador peruano en Santiago de Chile se ha podido lograr una reproducción del antiguo documento. La parte relevante luce así (el resaltado es propio y no se encuentra en el inventario original):
Dos elementos llaman la atención: en la primera línea resaltada se lee “…por tres botijas de Pisco”. Es decir, a diferencia de la transcripción en el libro del equipo de Lacoste, en el original se menciona la palabra Pisco con mayúsculas. Este detalle que parece ser absolutamente nimio tiene, sin embargo, una gran significación. De la manera como se anota la palabra en el original del documento resulta evidente que este inventario no pretendía describir el contenido o el propósito de los recipientes, sino que por el contrario indicaba claramente el origen geográfico de las tres botijas halladas en el pequeño fundo del norte chileno: la ciudad de Pisco, en el Virreinato del Perú.
Esta interpretación es ratificada por el hecho que el fundo La Torre, donde se realizó el inventario en 1733, cerca a La Serena, en la Gobernación de Chile, era propiedad de Pedro Cortés Monroy y Mendoza, quien fue, ni más ni menos, primo hermano de Francisco Cortés de Monroy, Comisario Mayor del Tribunal de la Inquisición, quien a su vez se había adjudicado bienes de la Hacienda Cóndor en el valle de Pisco, en el Perú. No es pues extraño pensar que las botijas encontradas en el fundo La Torre hayan sido parte de esos bienes que Francisco Cortés, pariente cercano del dueño del fundo La Torre, había obtenido en Pisco, y que ello fue así anotado en el inventario.
Dicho sea de paso, la información sobre esta familia Cortés se encuentra en los Manuscritos de la Inquisición de Lima, siglos XVI-XIX, que se ubicaron en el Archivo Nacional de Chile y que fueron extraídos de las bibliotecas peruanas durante la Guerra del Pacífico.
Sin embargo, ese no es el único elemento a notar en el original del documento. Seis líneas más abajo de la mención a las botijas provenientes de Pisco, en otra parte del inventario (que ha merecido también un resaltado propio en la imagen reproducida líneas arriba) se lee: “…por cinco cañones de sacar aguardiente…” y una línea más abajo “… 1 cocido y 2 de sacar aguardiente”. Estas dos menciones en el inventario también son reveladoras.
¿Cómo es posible que se reivindique que la bebida era llamada “pisco” en ese inventario en Chile, y pocas líneas más abajo, en el mismísimo documento, se señale que también se encontraron implementos para producir “aguardiente”? ¿Es que el equipo Lacoste sugiere que en un pequeño rincón del norte de Chile, en 1733, existía una distinción entre dos bebidas, una pisco y otra aguardiente? En realidad, estas menciones en el listado no hacen sino ratificar que la inclusión de la palabra Pisco en el inventario es únicamente para indicar el lugar de origen de las botijas, y de ninguna manera para señalar el nombre de una bebida, ya que en ese momento la denominación genérica en toda la América del Sur era aguardiente.
Más aun, en la publicación chilena se específica que antes de llevar a cabo el inventario, se había documentado que en el fundo se encontraban “…tres botijas vacías y nueve mil plantas de viña…”[4]. Extraña que las botijas –que eran usadas para transportar y almacenar todo tipo de productos- y estaban sin contenido, se transformasen posteriormente por arte de magia en unas botijas que contenían una bebida que engañosamente se quiere calificar como pisco.
Es peculiar, además, que el equipo que ensambló la obra consistentemente utilice el nombre “Pisco Elqui” para designar una población chilena de los siglos XVIII y XIX, cuando esa denominación no existió en Chile; y como lo precisa el mismo libro, recién fue creada administrativamente por la Ley 5798 en enero de 1936; es decir, más de doscientos años después del mentado inventario del fundo La Torre, y cinco años después que se reservara en Chile el nombre pisco para las bebidas espirituosas provenientes de esa zona del norte chileno. Este último hecho generó una paradoja única en el mundo en la que una dudosa denominación para una bebida pretendía asumir el nombre de un lugar geográfico que no existía cuando la supuesta denominación fue establecida.
Algunos de los ejemplos de la engañosa utilización del imaginado nombre de la localidad en el libro son los siguientes: “… la Hacienda La Torre, en la cual surgió el primer pisco […] en ella se elaboró pisco entre 1727 y 1733, […] estuvo ubicada en el polo de innovación y producción intensiva de vinos y aguardientes, en la localidad de Pisco-Elqui”. En la misma página se anota: “En efecto, don Pedro Cortés fue uno de los líderes del proceso de colonización junto con otros vecinos […] Estos se asentaron en el extremo oriental del valle del Elqui, después de Rivadavia, junto al río Claro, entre Montegrande y Pisco Elqui”[5].
Esta engañosa versión también se grafica en un dibujo incluido en el libro, donde se quiere dar a entender que “Pisco-Elqui” existía desde principios del siglo XVIII:
Como puede verse en las imágenes que siguen, la localidad ni siquiera aparecía en el Mapa de la Republica de Chile de 1884, y recién es incorporada en la cartografía chilena con el nombre “La Unión” en el "Atlas Nacional de Chile" de 1903. El intento de engañosamente deslizarla en los siglos anteriores únicamente tiene el propósito de justificar el uso del nombre, haciendo suponer erradamente al lector que una localidad con la denominación Pisco ya existía en el norte chileno desde el siglo XVIII. Huelga recordar que el pueblo de Pisco en el Perú es prehispánico y es claramente identificado desde el primer mapa existente del país, dibujado por el cartógrafo Diego Méndez en 1574.
Para cerrar este tema, me tomo la libertad de reproducir una cita que el Dr. Dargent incluyó en su trabajo y que es particularmente reveladora del rechazo que este tosco artificio burocrático de cambiar de nombre a un pueblo en 1936 produjo en una de las personalidades más notables y admiradas de las letras de Chile y de América:
“Naturalmente no llamaré nunca a La Unión por Pisco-Elqui, triste ocurrencia de algún coquimbano que quiso reírse del lindo pueblo a lo tonto. Algún día hemos de devolverle su apelativo que apunta a la conjunción de los dos ríos. Yo sé que en ciertas casas bailaron y cantaron aquel fallo extranjero como una fiesta, y me alegró saberlo, pero de una alegría con dejo amargo”
Gabriela Mistral
“Pensando a Chile: una tentativa contra lo imposible”. Publicaciones del Bicentenario, 1 de enero de 2004, pag. 360
Un último elemento relativo a la elaboración de botijas llama también la atención. En el libro del equipo Lacoste, se afirma que “El registro más antiguo fue el horno botijero de la hacienda La Torre, en la localidad de Pisco Elqui. Según los documentos, en 1727 esta fábrica de botijas era ya vieja”.[6]
Esta afirmación resulta paradójica ya que en la página 255 del libro del escritor chileno Manuel Concha, titulado “Crónica de La Serena, desde su fundación hasta nuestros días 1549-1870” se incluye una referencia relativa a la recolección de fondos por parte del sacerdote Fray Pedro Araujo para concluir la construcción de la Iglesia de Santo Domingo de La Serena en 1759. Esa cita señala que el cura “…solicitó del cabildo privilejio esclusivo por diez años para establecer una fábrica de tinajas para el transporte de vinos i aguardientes; lo que se le concedió con la condición que debía permitirse la introducción de ese artículo por mar, i de que espirado el término de la concesión, la fábrica i sus útiles deberían quedar a beneficio de propios de ciudad en atención a sus pocas rentas…”
La cita deja en claro que no parecía existir en el norte de Chile en ese momento, 1759 -vale decir 32 años más tarde de lo que se reivindica en el trabajo de Lacoste- una fábrica de botijas en el área, toda vez que se le concede al cura Araujo el “privilejio esclusivo” de establecer una productora de esos recipientes. Más aún, se deja a cubierto el derecho de introducir el mismo producto por mar, lo que hace suponer que la zona regularmente se abastecía de botijas que llegaban por la vía marítima, lo más probable provenientes del Perú, como había sido el caso de las tres botijas descritas en el inventario del fundo La Torre en 1733.
Todos estos elementos, más bien puntuales pero emblemáticos, nos llevan a pensar que el trabajo ensamblado de manera tan prolija por el equipo Lacoste para infructuosamente pretender sustentar un origen chileno para el Pisco ha sido preparado siguiendo el famoso aforismo italiano que dice “Se non è vero, è ben trovato”.
[1] "La Discución ridícula" (http://laabeja.pe/de-opini%C3%B3n/salud-maestro-cesar-costa/803-la-discusi%C3%B3n-rid%C3%ADcula.html)
[2] P. Lacoste, "El Pisco nació en Chile", pág. 47
[3] Op. Cit. pág. 340.
[4] Op Cit. pág. 56
[5] Op. Cit. pág. 52
[6] Op. Cit. pág. 134
Origen de este texto: http://www.posicion.pe/2016/07/el-pisco-no-nacio-en-chile/#disqus_thread
Hace pocos meses se publicó en Chile un libro elaborado por un grupo de dieciséis investigadores, encabezados por el historiador argentino Pablo Lacoste, que se titula “El Pisco Nació en Chile, Génesis de la primera Denominación de Origen de América”. La obra es producto de varios proyectos financiados por el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas de Chile.
A fin de refutar la premisa principal del trabajo chileno, que se extiende a lo largo de 435 muy documentadas páginas, el Presidente de la Academia Peruana del Pisco, don Eduardo Dargent Chamot ha publicado un contundente artículo[1] en el que se rebaten de manera sustantiva los argumentos del supuesto origen chileno de la bebida.
En su preciso escrito, Dargent hace referencia al primer documento que menciona la producción de aguardiente en el Perú, el testamento de Pedro Manuel “El Griego”, que data del año 1613 y que es otorgado en la ciudad de Ica. Igualmente hace alusión a las múltiples fuentes que prueban que la primera producción de esta bebida se ubica en el Perú.
En esta ocasión no es necesario repetir los sólidos argumentos de Dargent, pero sí resulta interesante desarrollar algunos puntos relativos a la publicación chilena que llaman especialmente la atención.
El argumento central en torno al cual se construyen las más de cuatrocientas páginas del trabajo del equipo de Lacoste es que “…se documentó que en el inventario de la hacienda La Torre (1733) […] se registraron “tres botijas de pisco”. Este es el registro más antiguo del uso de la palabra “pisco” para denominar el aguardiente de uva en Chile y en América. Poco después, otros vecinos del Valle de Elqui imitaron esta idea, y comenzaron ellos también a usar la palabra “pisco” para llamar al destilado”[2].
El descubrimiento parece espectacular. Y es por eso que llama poderosamente la atención que en un libro tan prolijamente elaborado no se haya incluido una reproducción facsimilar de esta notable cita de un tan antiguo documento histórico. El inventario al que se hace referencia y que es el eje en torno al cual se estructura toda la argumentación es únicamente glosado en un anexo, de manera más bien oscura, entre las páginas 339 y 341 del trabajo. La sección más relevante del inventario es citada del siguiente modo en el libro: “…7 enfriaderas; tres botijas de pisco; un cajón con un San Antonio; una Santa Rita con su moldura vana…”[3] (el resaltado es propio)
En base a información recibida de un investigador peruano en Santiago de Chile se ha podido lograr una reproducción del antiguo documento. La parte relevante luce así (el resaltado es propio y no se encuentra en el inventario original):
Inventario del fundo La Torre, 1733
Dos elementos llaman la atención: en la primera línea resaltada se lee “…por tres botijas de Pisco”. Es decir, a diferencia de la transcripción en el libro del equipo de Lacoste, en el original se menciona la palabra Pisco con mayúsculas. Este detalle que parece ser absolutamente nimio tiene, sin embargo, una gran significación. De la manera como se anota la palabra en el original del documento resulta evidente que este inventario no pretendía describir el contenido o el propósito de los recipientes, sino que por el contrario indicaba claramente el origen geográfico de las tres botijas halladas en el pequeño fundo del norte chileno: la ciudad de Pisco, en el Virreinato del Perú.
Esta interpretación es ratificada por el hecho que el fundo La Torre, donde se realizó el inventario en 1733, cerca a La Serena, en la Gobernación de Chile, era propiedad de Pedro Cortés Monroy y Mendoza, quien fue, ni más ni menos, primo hermano de Francisco Cortés de Monroy, Comisario Mayor del Tribunal de la Inquisición, quien a su vez se había adjudicado bienes de la Hacienda Cóndor en el valle de Pisco, en el Perú. No es pues extraño pensar que las botijas encontradas en el fundo La Torre hayan sido parte de esos bienes que Francisco Cortés, pariente cercano del dueño del fundo La Torre, había obtenido en Pisco, y que ello fue así anotado en el inventario.
Dicho sea de paso, la información sobre esta familia Cortés se encuentra en los Manuscritos de la Inquisición de Lima, siglos XVI-XIX, que se ubicaron en el Archivo Nacional de Chile y que fueron extraídos de las bibliotecas peruanas durante la Guerra del Pacífico.
Sin embargo, ese no es el único elemento a notar en el original del documento. Seis líneas más abajo de la mención a las botijas provenientes de Pisco, en otra parte del inventario (que ha merecido también un resaltado propio en la imagen reproducida líneas arriba) se lee: “…por cinco cañones de sacar aguardiente…” y una línea más abajo “… 1 cocido y 2 de sacar aguardiente”. Estas dos menciones en el inventario también son reveladoras.
¿Cómo es posible que se reivindique que la bebida era llamada “pisco” en ese inventario en Chile, y pocas líneas más abajo, en el mismísimo documento, se señale que también se encontraron implementos para producir “aguardiente”? ¿Es que el equipo Lacoste sugiere que en un pequeño rincón del norte de Chile, en 1733, existía una distinción entre dos bebidas, una pisco y otra aguardiente? En realidad, estas menciones en el listado no hacen sino ratificar que la inclusión de la palabra Pisco en el inventario es únicamente para indicar el lugar de origen de las botijas, y de ninguna manera para señalar el nombre de una bebida, ya que en ese momento la denominación genérica en toda la América del Sur era aguardiente.
Más aun, en la publicación chilena se específica que antes de llevar a cabo el inventario, se había documentado que en el fundo se encontraban “…tres botijas vacías y nueve mil plantas de viña…”[4]. Extraña que las botijas –que eran usadas para transportar y almacenar todo tipo de productos- y estaban sin contenido, se transformasen posteriormente por arte de magia en unas botijas que contenían una bebida que engañosamente se quiere calificar como pisco.
Es peculiar, además, que el equipo que ensambló la obra consistentemente utilice el nombre “Pisco Elqui” para designar una población chilena de los siglos XVIII y XIX, cuando esa denominación no existió en Chile; y como lo precisa el mismo libro, recién fue creada administrativamente por la Ley 5798 en enero de 1936; es decir, más de doscientos años después del mentado inventario del fundo La Torre, y cinco años después que se reservara en Chile el nombre pisco para las bebidas espirituosas provenientes de esa zona del norte chileno. Este último hecho generó una paradoja única en el mundo en la que una dudosa denominación para una bebida pretendía asumir el nombre de un lugar geográfico que no existía cuando la supuesta denominación fue establecida.
Algunos de los ejemplos de la engañosa utilización del imaginado nombre de la localidad en el libro son los siguientes: “… la Hacienda La Torre, en la cual surgió el primer pisco […] en ella se elaboró pisco entre 1727 y 1733, […] estuvo ubicada en el polo de innovación y producción intensiva de vinos y aguardientes, en la localidad de Pisco-Elqui”. En la misma página se anota: “En efecto, don Pedro Cortés fue uno de los líderes del proceso de colonización junto con otros vecinos […] Estos se asentaron en el extremo oriental del valle del Elqui, después de Rivadavia, junto al río Claro, entre Montegrande y Pisco Elqui”[5].
Esta engañosa versión también se grafica en un dibujo incluido en el libro, donde se quiere dar a entender que “Pisco-Elqui” existía desde principios del siglo XVIII:
“El pisco nació en Chile”, pag. 396.
Como puede verse en las imágenes que siguen, la localidad ni siquiera aparecía en el Mapa de la Republica de Chile de 1884, y recién es incorporada en la cartografía chilena con el nombre “La Unión” en el "Atlas Nacional de Chile" de 1903. El intento de engañosamente deslizarla en los siglos anteriores únicamente tiene el propósito de justificar el uso del nombre, haciendo suponer erradamente al lector que una localidad con la denominación Pisco ya existía en el norte chileno desde el siglo XVIII. Huelga recordar que el pueblo de Pisco en el Perú es prehispánico y es claramente identificado desde el primer mapa existente del país, dibujado por el cartógrafo Diego Méndez en 1574.
Región de La Serena-Coquimbo, Mapa Nacional de Chile, 1884
Atlas Nacional de Chile, 1903
Para cerrar este tema, me tomo la libertad de reproducir una cita que el Dr. Dargent incluyó en su trabajo y que es particularmente reveladora del rechazo que este tosco artificio burocrático de cambiar de nombre a un pueblo en 1936 produjo en una de las personalidades más notables y admiradas de las letras de Chile y de América:
“Naturalmente no llamaré nunca a La Unión por Pisco-Elqui, triste ocurrencia de algún coquimbano que quiso reírse del lindo pueblo a lo tonto. Algún día hemos de devolverle su apelativo que apunta a la conjunción de los dos ríos. Yo sé que en ciertas casas bailaron y cantaron aquel fallo extranjero como una fiesta, y me alegró saberlo, pero de una alegría con dejo amargo”
Gabriela Mistral
“Pensando a Chile: una tentativa contra lo imposible”. Publicaciones del Bicentenario, 1 de enero de 2004, pag. 360
Un último elemento relativo a la elaboración de botijas llama también la atención. En el libro del equipo Lacoste, se afirma que “El registro más antiguo fue el horno botijero de la hacienda La Torre, en la localidad de Pisco Elqui. Según los documentos, en 1727 esta fábrica de botijas era ya vieja”.[6]
Esta afirmación resulta paradójica ya que en la página 255 del libro del escritor chileno Manuel Concha, titulado “Crónica de La Serena, desde su fundación hasta nuestros días 1549-1870” se incluye una referencia relativa a la recolección de fondos por parte del sacerdote Fray Pedro Araujo para concluir la construcción de la Iglesia de Santo Domingo de La Serena en 1759. Esa cita señala que el cura “…solicitó del cabildo privilejio esclusivo por diez años para establecer una fábrica de tinajas para el transporte de vinos i aguardientes; lo que se le concedió con la condición que debía permitirse la introducción de ese artículo por mar, i de que espirado el término de la concesión, la fábrica i sus útiles deberían quedar a beneficio de propios de ciudad en atención a sus pocas rentas…”
La cita deja en claro que no parecía existir en el norte de Chile en ese momento, 1759 -vale decir 32 años más tarde de lo que se reivindica en el trabajo de Lacoste- una fábrica de botijas en el área, toda vez que se le concede al cura Araujo el “privilejio esclusivo” de establecer una productora de esos recipientes. Más aún, se deja a cubierto el derecho de introducir el mismo producto por mar, lo que hace suponer que la zona regularmente se abastecía de botijas que llegaban por la vía marítima, lo más probable provenientes del Perú, como había sido el caso de las tres botijas descritas en el inventario del fundo La Torre en 1733.
Todos estos elementos, más bien puntuales pero emblemáticos, nos llevan a pensar que el trabajo ensamblado de manera tan prolija por el equipo Lacoste para infructuosamente pretender sustentar un origen chileno para el Pisco ha sido preparado siguiendo el famoso aforismo italiano que dice “Se non è vero, è ben trovato”.
[1] "La Discución ridícula" (http://laabeja.pe/de-opini%C3%B3n/salud-maestro-cesar-costa/803-la-discusi%C3%B3n-rid%C3%ADcula.html)
[2] P. Lacoste, "El Pisco nació en Chile", pág. 47
[3] Op. Cit. pág. 340.
[4] Op Cit. pág. 56
[5] Op. Cit. pág. 52
[6] Op. Cit. pág. 134
Origen de este texto: http://www.posicion.pe/2016/07/el-pisco-no-nacio-en-chile/#disqus_thread
Chile usurpó el nombre del PISCO (Isabel Allende)
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